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REBELIÓN EN EL MAPA

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Estaremos todos muy confusos, pero España ha sido premiada por su transparencia. Los mercados nos aplauden y estamos dando la vuelta al ruedo ibérico, mientras la prima de riesgo y la Bolsa mejoran tras la publicación de las pruebas. La noticia, tan satisfactoria como extraña, coincide con las críticas a Alemania por ocultar el peligro de sus bancos. El mundo al revés. Deutsche Bank y otras cinco entidades de gran solvencia ocultaron sus deudas, confirmando que la palabra prestigio, que tiene la misma raíz etimológica que prestidigitador, significa engaño. ¿Qué ha pasado para que nosotros, que estábamos y seguimos estando en las cuerdas, hayamos sacado buenas notas y Alemania tenga esas mismas cuerdas en el cuello?

Aprendí de Julio Caro Baroja que hay que desconfiar de los llamados caracteres nacionales. Quizá haya rasgos comunes suficientes para asentar los tópicos, pero son cada vez menos en un mundo globalizado. No podemos dar por bueno que quienes habitan un mismo territorio tengan las mismas virtudes y los mismos defectos. Sería mucha casualidad. Por otra parte, hay que contar con las excepciones, que jamás confirman la regla, sino que la perturban.

¿Qué hubieran dicho de nosotros si la catástrofe de Duisburgo ocurre en nuestro país? Por el túnel ahora conocido como 'la ratonera' se agruparon tres veces el número de las personas previstas. La eficacia germana ha sufrido un severo golpe, ya que la tragedia era absolutamente evitable. Lo que no era previsible, dado nuestro acreditado complejo de inferioridad, es que los inversores premiaran nuestro examen bursátil y ahuyentaran de paso a esos fantasmas financieros que andan sueltos, pisándose las sábanas unos a otros. Por cierto: la mayoría de esas visiones quiméricas se nos presentan ataviadas con clámides. Los griegos, que lo fueron todo, se han quedado en nada.