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Unas cuantas horas más sin videojuegos
Muchos de los niños inscritos elegirían sin dudarlo la PlayStation, mientras que los que se han quedado fuera les miran y envidianLos Campamentos Urbanos contribuyen a conciliar la vida laboral de los padres de la zona sur
JEREZ. Actualizado: GuardarHoy van a Piscinas Jerez, pero ayer tuvieron que hincar los codos durante un rato antes de salir a jugar a la calle. Como los niños buenos. Veinticinco de los cien críos de la zona sur que estos días participan en los Campamentos Urbanos sopesan su inclusión forzosa en la iniciativa. Hay quien sin dudarlo se decantaría por la consola, como Rubén, que prefiere estar en casa frente a la pantalla. Lo cuenta mientras los demás juegan y él se mantiene al margen, sentado en un banco. A su lado y en pie, Ainhoa no es capaz de retirar sus ojos de la pelota con la que juegan el resto de niños. Pero la pequeña de seis años recibe «una sorpresa» de parte de la monitora de los campamentos, Ana: «¿Tú sabes que para la semana que viene puedes entrar en los talleres?». Y a la cría se le ilumina la cara, pese a lo morena que está.
Ainhoa es una de los cinco niños del sector que se han quedado en la reserva y que, desde que empezó el curso, no se aparta de los demás pese a no estar aún incluida en el programa. Y participa en los juegos. «¿Qué vamos a hacer, decirle que no juegue con los otros?», se cuestiona Rut, coordinadora de la empresa designada por el Ayuntamiento para las actividades, Jauja. Pero cuando los niños entran al centro, ella se queda en la puerta. Al menos hasta que la semana que viene pueda ser miembro de pleno derecho de este club gratuito en el que sus socios no entienden de criterios de selección. Más bien al contrario: «¡Al que le toque, le tocó!», les advierte la monitora a la hora de hacer los equipos para jugar «al matar». Después los criterios se definen un poco más cuando Ana, estudiante de Magisterio de 20 años, tiene que llamarle la atención a María por su «feminismo»: en su equipo empiezan a acumularse sólo chicas. Hasta que llega 'Sebas' con sus pendientes tipo Beckham y sus pelos de punta: «Tú, con las niñas».
«Las niñas son unas 'maris'»
Entre sí se llaman «primos», pero es que muchos de ellos lo son realmente. Aquí no hay lugar para el insulto; a la mínima salida de tono los monitores recuerdan con un «¡esa boca!» que se encuentran en una actividad lúdico-educativa, pese a estar en la misma calle donde esa misma tarde jugarán sin monitores de por medio.
«Las niñas son muy 'maris'», cuenta Ana, y se explica: «Siempre me están diciendo: 'tú vienes hoy muy conjuntada', o que si 'tú eres muy guapa'». Los niños son más cortados, sobre todo José, que se niega a reconocer su 'noviazgo' con la monitora. En clase, sin embargo, la cosa cambia: «Están agrupados por niveles, pero por temas de conducta a éstos los tenemos separados». Prueba de ello dan cuando las dos mesas compiten por atraer la atención de la cámara. Niños son, al fin y al cabo.
Tres chicos de la misma edad que los acampados -dos horas cada día- en el centro de barrio reflexionan acerca de la conveniencia (o no) de haber participado en los talleres. Una ni sabía que existían. Los otros dos prefieren no tener que estudiar.