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Historias de ida y vuelta
Los casi 200 marineros terminaron ayer su viaje tras seis meses por puertos del AtlánticoCientos de personas reciben al LXXXI crucero de instrucción del Elcano
CÁDIZ. Actualizado: GuardarDicen los pescadores más entendidos que el mar habla. Musita tempestades y bonanzas. Y ayer susurraba a voces una historia de ida y vuelta, un pacto de 81 años, trazado a golpes de cruceros de instrucción. El viento de Poniente que soplaba con suavidad contribuía a poner más intensidad al relato. El efecto óptico de la brisa hacía que Rota pareciera a dos brazadas de distancia y que los mástiles del buque Juan Sebastián de Elcano acariciara las torres miradores de Cádiz.
Así no era de extrañar que nada más ver aparecer al buque a las 11.30, recortado por los contenedores del muelle Reina Sofía, cundieran los primeros nervios. «Corre, sube la pancarta que ya vienen», jaleaba nerviosa Jessica a su tío ante el inminente desembarco de su primo. «Todavía no, que está muy lejos. Los remolcadores tienen que girar el barco para poder atracar», le replicaba Juan Alonso. El padre de Adrián hizo bien en esperar para sacar la pancarta con el lema «Bienvenido a casa. Baja ya 'pisha'». Media hora después y con puntualidad casi suiza, el Juan Sebastián de Elcano se amarraba al último noray para dejar salir a la tripulación de más de 200 personas.
Se perdía la compostura y los actos protocolarios con las autoridades -representadas por la alcaldesa Teófila Martínez o el subdelegado de Defensa, Vicente Pablo Ortells- y comenzaba la locura. Los saltos de las vallas que acotaban el perímetro y las carreras tomaban el muelle. Llegaba el momento de abrazos, besos, 'batallitas' y muchas lágrimas.
Adrián Alonso corría hacia su peculiar delegación de bienvenida de 20 familiares, uniformados con camisetas para la ocasión. Antes de hablar «de experiencias increíbles» y de «seis meses impresionantes», a Alonso le esperaban dos grandes sorpresas: una nueva sobrina que nació cuando él estaba en Argentina y una nueva prima en camino. Por ellas y por encontrarse de nuevo con toda su familia, Adrián se fumó un Coimbra: «Me lo guardé para este día».
La mujer de José Quintana también le tenía guardada una sorpresa. «Cuando he bajado me he encontrado a mis hijas, Rocío e Irene, vestidas de marineras», explicaba él mismo. «Ha sido una gran sorpresa». Un bálsamo para un viaje duro, lleno de golpes de mar. Como el ocurrido el 13 de febrero a las 2 de la mañana. «El buque viajaba a 16 nudos y el viento rompió la vela de trinquete. En esos momentos tienes miedo», explicaba Quintana. Sin embargo, tanto Quintana como el capitán de Corbeta y jefe de Estudios, Juan Manuel Macías, se empeñaban ayer en explicar «la gran experiencia» vivida. Un viaje por destinos como Río de Janeiro, Buenos Aires, El Callao, Cartagena de Indias o Boston plagado de momentos maravillosos como los que vivió ayer José Quintana. «Soy de Canarias y he visto entradas del Elcano a los puertos de allí. Pero no tienen ni punto de comparación con lo que he visto hoy en Cádiz. Ha sido maravilloso».