Al sol por diez euros al día
Son pocos ya los semáforos del centro sin ocupar por estos jóvenes africanos. Ahora se ganan la vida en los cruces de Jerez, pero hay quien tenía negocio propio en su país o incluso un título universitario
JEREZ. Actualizado: GuardarLo primero que llama la atención de ellos es su vestimenta. ¿Manga larga y guantes en pleno julio? Pius, que se pronuncia 'paius', trata de explicarlo lo mejor que puede subiéndose una manga: «Cuando paso mucho tiempo al sol, el color cambia». Su piel, pese a ser negra, no es inmune a los rayos solares que caen con fuerza durante su jornada laboral en el cruce entre Álvaro Domecq y Manuel Bellido.
De siete a siete, este nigeriano de 37 años ofrece a los conductores que cada ciertos minutos se detienen en su semáforo una amplia gama de productos dignos de bazar: los clásicos pañuelos de papel, ambientadores, pulseras, y ahora la novedad de los abanicos.
Malos tiempos para los clásicos: «La gente ahora no tiene mocos». Y sin embargo, aunque parezca contraproducente, el efecto de la gravedad sobre los fluidos nasales es el gesto que más suele repetirse entre los que van al volante: «Todo el mundo 'tieso, tieso, tieso'», se lamenta Pius mientras agita los dedos índice y medio junto a su nariz. «Todos van para la playa y nadie compra nada».
Lo dice un experto en ventas que en su país «tenía una tienda de ropa», pero que no le daba para vivir. Es por esto que abandonó su Nigeria natal para emprender, como tantos otros jóvenes del continente africano, su viaje hacia una vida mejor. Y ello pese a dejar atrás a toda una familia: mujer, una niña de siete años y otro crío de cuatro. En este momento la distancia es lo único que les separa, porque el vínculo afectivo y el económico prosigue. «Cuando junto 50 euros, los envío para allá». Y esa cantidad aquí irrisoria «allí sirve para un mes».
Ingenieros y futbolistas
Entre la avenida del Duque de Abrantes y de José León de Carranza suele ponerse Christiano. ¿Ronaldo, como el futbolista? «No» rotundo por respuesta. «Él no tiene que ponerse aquí a pedir 'dame algo, dame algo'». También nigeriano como su compañero, de sus 33 años de vida dos los ha pasado ya en Alemania, otro más en la capital española, dos meses en la andaluza y ahora, «desde noviembre», en Jerez. La de 'semaforero' no es su profesión, como tampoco lo es la de albañil, oficio en el que había trabajado hasta acabar recabando aquí.
«Soy ingeniero en Mecánica», esgrime con orgullo y como excusa para no salir en foto alguna. «Ahora trabajo aquí, pero yo soy inteligente y sé que un fotógrafo gana más que yo». Quien la hace la paga.
Como él, muchos de sus compatriotas recelan de aparecer en la prensa, aunque no dudan en contar su historia a todo el que se les acerque a charlar. Y no a cambio del euro que, hasta sumar diez o quince, les mantiene cada día. «Tú pon en el periódico que busco trabajo», pide Pius. «De lo que sea».