Artículos

Cincuenta kilos de carajos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ni carajos de mar, ni pepinos, ni cohombros ni holoturias, ya tenemos comienzo de letra para un pasodoble carnavalesco: «Los holoturoideos son una especie de equinodermos, tarratrán». A tres chinos los pillaron mangando en La Caleta gaditana cincuenta kilos de esos primos hermanos de los erizos y de las estrellas marinas. Que hay que trabajar como un chino para poder reunir esa morterada de pichas húmedas que se usa tanto en la gastronomía oriental, ya sea en la valenciana o en la asiática; ese trepang calentito como una sobrehúsa, ese sushi tan fresquito y tan veraniego. Mientras Belén Esteban, Terence Hill y Bud Spencer se han sumado a la campaña ciudadana para que las autoridades competentes no le toquen las narices al entorno caletero, la Policía Local detiene a los chinojaponeses -como siempre se les llamó en Cádiz a las personas de ojos rasgados así vinieran de Vietnam o de Mongolia- con un alijo de este producto tan nuestro, tan más típico no los hay: consumo propio, alegaron, como si fueran porretas a los que la ley sorprendiese con una selva de marihuana plantada en la azotea. No contentos con vendernos el excedente de brilla-brilla de las películas de Fu-Manchú, zapatos de señora customizados con purpurina y exquisitos rollos de primavera, China pretende apropiarse de uno de los elementos más característicos de nuestro repertorio carnavelsco, desde aquel inefable cuarteto «Tres carajos de mar y un carajote», de 2001, a las alusiones tan socorridas a su cuerpo alargado y blando que incorporó este mismo año la chirigota de los famosos al repertorio del Gran Teatro Falla. Sólo el hecho de que se trate de una especie esquilmada en los arrecifes gaditanos justificará el hecho de que nadie haya pensado todavía en organizar la primera carajada popular, teniendo en cuenta ese proceso emprendedor en torno a nuestras fiestas que ha llevado a que, gracias a facebook, gocemos este año de un remake de los carnavales durante el próximo fin de semana. Hasta Pericón y el Cojo Peroche habrían dado una farola fenicia con tal de que estos carajeros maoístas les explicaran dónde habían encontrado semejante yacimiento de falos de La Caleta. En cualquier caso, el suceso viene a confirmar la plena integración de la población china en la cultura gaditana de los coquineros, los mariscadores, los que estuvieron siempre a verlas venir hasta que les pidieron un carnet y que se federasen si querían coger coñetas. Si estos chinos de Chiclana vivieran en Jerez, seguramente, estarían ahora tranquilitos en casa mientras serían investigados con el PP local por uno de esos hilos colaterales de quienes pescaron con red en la trama Gurtell. Siempre hubo clases.