El mundo en sus manos
Empezamos a maliciarnos que a lo mejor las cosas no eran tan sencillas como pretendía el empeñoso ministro
Actualizado: GuardarHace unos cuantos meses, el ministro Blanco se ganó súbita fama de estadista y fulminante prestigio de solucionador de problemas metiendo en vereda a los controladores aéreos de una manera que a nadie, al parecer, se le había ocurrido antes: arreándoles en toda la crisma un decretazo por el que dejarían de cobrar sus sustanciosos pluses para ver sus ingresos reconducidos a cifras algo más modestas. Cifras, en todo caso, que siguen pareciendo escandalosas a las legiones de funcionarios mileuristas, y ya no digamos a las que forman los trabajadores situados por debajo de ese umbral o a los parados arrimados directamente al de la pobreza extrema. Pero sea como fuere, por primera vez alguien lograba meterle mano al correoso colectivo, gestor opaco de una actividad extraña y minoritaria, pero tan crucial para el funcionamiento de nuestra sociedad, que había llegado a acumular un poder verdaderamente temible.
Al menos en apariencia, los controladores se resignaron al acto emanado del Gobierno. La determinación mostrada por el ministro, semejante a aquella con que Alejandro deshiciera de un mandoble el famoso nudo gordiano, hizo a alguno pensar que en nuestro mundo complejo y globalizado, las soluciones simples y directas, al estilo Blanco, podían ser las idóneas para salir de esos atolladeros en que se atascaban tantos mandatarios, por la manía de la negociación, la componenda y el recurso excesivo al 'poder blando', esa memez cobarde y postmoderna.
Ahora que llega el verano y sorpresivamente se ponen de baja la tercera parte de los controladores de El Prat, empezamos a maliciarnos que a lo mejor las cosas no eran tan sencillas como pretendía el empeñoso ministro. Porque además el verano tiene sus cosas, como por ejemplo que no parece probable que las bajas las cause una epidemia de gripe, o que en estos sofocantes días pasan por el aeropuerto en cuestión cientos de miles de pasajeros, con lo que la falta de los controladores enfermos causa un especial quebranto. ¿Demasiada casualidad?
Blanco ha amenazado con meter a la Fiscalía a fisgar en las sospechosas dolencias estivales de los controladores. Los representantes de éstos le dicen que entre hasta la cocina, que todas están avaladas por la Seguridad Social y que se deben al exceso de estrés y a la falta de descanso que traen aparejadas las nuevas condiciones de trabajo impuestas por el Ministerio. Que antes que desatar una caza de brujas, debería considerar la opción de la negociación, para ver si puede resolverse el problema. Parece que se han tomado su tiempo para amarrarlo todo bien, no sólo la fecha en que lanzan su desafío al ministrillo valiente. Así que ahora iremos de médicos y luego de jueces. Sin ánimo de resultar irreverente, que Dios nos pille confesados.