Opinion

Bingo en La Puntilla

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Lo he podido comprobar el pasado fin de semana: en la Playa de La Puntilla se sigue jugando al bingo de cartones como se jugaba hace años. La tradición de cantar las bolas con los apelativos de «la niña bonita», «los dos patitos» y «el abuelo», por no mencionar otros más picantes y creativos, continúa en esa playa que conserva, como ninguna otra del Puerto, el aire popular de los años 70.

Cerca del chiringuito del Castillo, que marca el cambio de nombre de La Puntilla a El Aculadero, han colocado un sombrajo con suelo de palé para que los mayores y las personas con dificultades de movilidad disfruten de la playa con más comodidad. Allí, a la caída del sol, cuando sólo los más recalcitrantes apuran el día festivo, un grupo de señoras maduras se dedicaba al vicio más barato (10 céntimos el cartón) con toda la seriedad que este juego se merece, esto es, desgañitándose al cantar los números y coreando cada una de las ocurrencias.

Los bingos playeros sólo se escuchaban en las playas realmente populares. El La Caleta, en El Palmar, en La Costilla, en La Cruz del Mar. Mis recuerdos de infancia están encabezados por señoras muertas de risa, embutidas en bañadores siempre negros o azules (colores que adelgazan), que jugaban a peseta mientras los niños entreteníamos la interminable hora de digestión enterrándonos en arena y preguntando cada 5 minutos si ya podíamos ir al agua. «Niño, que voy a perder la línea, anda y juega con las palas, hazte un castillito o lo que te dé la gana. Pero nada de bañarte hasta que pase un rato».

El sábado en La Puntilla volví a recuperar esa imagen familiar y no quise hacer cuentas de cuántos años habían pasado desde que me prohibían el baño después de la merienda. Por si eran demasiados.