EN LA MISMA PUERTA
Actualizado: GuardarPara paliar la dureza de algunas leyes lo mejor que se ha inventado es el incumplimiento. Ahora está a punto de promulgarse la llamada Ley de Seguridad Alimentaria, precisamente cuando está menos seguro que los españoles puedan alimentarse. Entre otras medidas prohibirá los anuncios que ofrezcan regalos en productos no saludables y restringirá la venta en colegios de bollería y refrescos con grandes niveles de grasas saturadas.
No se busca unificar normas en los colegios, sino unificar el peso de los colegiales. La obesidad infantil se ha vuelto un problema creciente. Antes había una proporción de un par de niños gorditos por clase y algunos compañeros crueles sólo les dejaban jugar en el recreo si la pelota era suya, pero ahora hay muchos. Algo habrá que hacer, se piensa en el Consejo de Ministros, que se conoce que no tienen otra cosa en qué pensar. En la puerta de los colegios nunca ha durado mucho un dulce, pero de un tiempo a esta parte lo que dura menos es la droga. Una desoladora estadística asegura que la edad de iniciación al consumo de estupefacientes está situada en los doce años.
Se refiere a los que buscan evasión o consuelo antes de sentirse encarcelados o desconsolados. Mal asunto a cualquier edad, pero peor en la adolescencia, cuando todavía no se ha transitado esa senda que el poeta llamó «de mi corazón a mis asuntos». La propuesta de ley ha encontrado su respuesta antes de que entre en vigor. Los que fabrican bollos, chucherías y refrescos creen que no cuenta con el suficiente consenso científico y social. Además, aducen que los alimentos no son buenos o malos, y lo que importa es una dieta equilibrada. Menos mal que los colegios están cerrados en verano, porque a los niños se les ha llevado siempre a la misma puerta las cosas que les gustan. Según mercado y según épocas.