Un baño de humanidad
Actualizado: GuardarLa reunión de IMASATEC había empezado media hora antes. Algunos preguntaban a la mesa presidencial cuándo se les iba a pagar, otros decían que no iban a bonificar el 35 % de su deuda, pagadero el otro 65 % a partir de 2013. Y a plazos. Era el drama, en vivo y en directo, de la crisis que el presidente Rodríguez califica de «financiera», versión dos puntos PYMES. La empresa convocante se dedica a la construcción, es decir: se lo llevaron calentito. Hoy están a punto de iniciar un concurso de acreedores voluntario, que es la mejor manera de salvar muebles de la quema. Habían alquilado una sala grandísima en el Hotel Guadalete de Jerez. Estaban sentados a la mesa los cuatro principales cargos de la empresa y dos abogados. Uno se parecía a Joan Manuel Serrat. Pedían colaboración a los acreedores, que redujesen sus deudas y financiaran el resto para que la empresa continuara existiendo. Uno de los asistentes había replicado: «no voy a perder dinero para que usted no pierda su chalet». Entonces, como llevada por un suave viento, entró una pareja por el medio de la sala, como si fueran los novios que van al altar. Uno era gitano, dijo en voz alta «buenas tardes» y siguió andando. Pedro, que estaba a mi lado, dijo: «Ha venido un Gremlin». Y no se equivocaba. El gitano parecía además gitano, tenía la tez curtida y los ojos negros, aunque habían enrojecido por el vino. Luego supimos que se llamaba Marcelo. Dio la mano a uno de los de la mesa y se sentó a la izquierda del auditorio para, movido por un impulso, volver a levantarse. Les dijo: «Dejaos ya de reuniones. Yo vengo a que me paguen, ¿me oyes?, a cobrar. Págame lo que me debes, Jaime, me lo vas a pagar ahora mismo, no, en veinticuatro horas, en dos minutos, ahora mismo. O me lo pagas o de aquí no sale nadie vivo. Yo, a ti, te mato». Todos nos miramos en una mezcla de disfrute y nerviosismo, pero el show no había sino empezado. «Me engañaste, me dijiste que ibas a pagarme en marzo y ahora no me coges el teléfono, ni una vez el último mes. Éramos amigos, Jaime, y no me coges el teléfono. Yo… te mato. Tengo la escopeta en la recepción del hotel. Me pagas los 50.000 euros que me debes o te mato. Tengo la escopeta fuera». Entonces, Marcelo se puso a llorar. Dijo que le habían embargado la casa, que la había perdido. Volvió a caminar y se fue para la salida de la sala. Te espero fuera, Jaime, le dijo. Yo a ti te mato.