EL TRANVÍA

POR ESO CANTO

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El Ayuntamiento de Jerez tiene un problema. Y gordo. Igual que los de Barbate y San Roque, que tampoco tienen un euro. Ni para pagar a sus trabajadores. Pero lo peor de todo es que existe la sensación generalizada de que, aunque la semana que viene -como ha prometido la alcaldesa- se ingrese lo que queda de los salarios de junio y la extraordinaria, el problema se repetirá el mes que viene, el siguiente y el otro. Es como si todos en esta ciudad hubiesen asumido ya que el gobierno local funciona a golpe de improvisación tras improvisación.

Se puede vestir como se quiera, culpar de la situación a los que gobernaban antes o a los que lo hacen ahora, pero da igual, la realidad es la que es: el Consistorio no tiene ni un euro y está endeudado hasta las trancas. Tanto que está a la espera de que alguna gran empresa ingrese lo que le corresponde por la adquisición de los terrenos en la que se encuentra para, con ese dinero, saldar lo que resta de las nóminas de los más de 2.000 empleados municipales. Y luego, en octubre, confía en recibir un adelanto del IBI para poder poner un parche algo mayor que garantice el pago de los salarios durante una pequeña temporada. Pero nada de eso es, lógicamente, una solución definitiva. El mal del Ayuntamiento es endémico y requiere de medidas contundentes y efectivas. Y que las mismas sean consensuadas con sindicatos y oposición, pero eso resulta más que impensable en estos momentos, porque al gobierno local le sobran enemigos y los mencionados se encuentran precisamente entre ellos. Pero convendría no perder la perspectiva y que cada uno asumiese su responsabilidad. Me estoy refiriendo en este caso a CGT, un sindicato que ha tomado el camino de la confrontación y la crispación para exigir lo que, dicho sea de paso, corresponde a cualquier trabajador: cobrar su nómina como y cuando le corresponde. Pero hay formas y formas, y creo sinceramente que se están equivocando.

Eso sí, una cosa hay que reconocerle a Pilar Sánchez: su capacidad para sobrevivir a las adversidades. Con tanto 'enemigo' a su alrededor, llama la atención que siga 'viva'. Aunque uno empieza a pensar que posiblemente sea así porque más de uno está siendo cómplice por mucho que no quiera y que reniegue de ella. La letra de una canción de Los Galván dice lo siguiente: «Por eso canto, para ponerle más color a los llantos, para ponerle más color a la vida, por liberar la libertad contenida; para ponerle más color a los llantos, por valorar maravillosos encantos, por liberar tensiones que amargan tanto; por eso arriba para ponerle más color a la vida, por intentar hacer verdad esta mentira...». Seguro que más de uno en Jerez comparte al menos varias de esas mismas motivaciones, pero, sin embargo, no canta. Y quien suscribe no acaba de entender por qué no se atreven a hacerlo. El silencio es en ocasiones la peor de las complicidades.