RECOMENZAR
Actualizado: GuardarSi somos capaces de analizar las causas de la caída, si eliminamos los obstáculos que impiden el avance y, sobre todo, si logramos levantarnos con nuevos bríos, el descenso, en vez de una desgracia, puede ser una oportunidad para elaborar un nuevo proyecto realista, sólido y esperanzador. Hemos de reconocer que el origen de muchos de los fracasos cosechados por la entidad amarilla ha sido ese entusiasmo paranoico que, impulsado desde arriba, nos hacía creer que éramos más ricos, más poderosos y más fuertes de lo que en realidad éramos y somos. Esos sueños de grandeza propiciaban la contratación de profesionales -técnicos y futbolistas- que, aunque ya venían de vuelta, estaban avalados por una dilatada y triunfal trayectoria profesional, y, en consecuencia, exigían unas fichas que eran astronómicas para las depauperadas arcas de la entidad. Pero, a mi juicio, la consecuencia más grave de esta torpe estrategia ha sido ese tapón que ha evitado la ilusionada participación de los jóvenes canteranos. El gasto efectuado en los equipos inferiores era, paradójicamente, insuficiente e inútil. Los mensajes lanzados durante las campañas de captación de abonados calaban hasta tal punto que la afición se creyó que, efectivamente, el Cádiz era un equipo tan invencible y tan campeón que cualquier derrota generaba una honda y amarga decepción. Tras escuchar las sensatas declaraciones de Suárez y de Vidakovic renacen las esperanzas de que, con modestia, trabajo y sacrificio, el Cádiz podrá ser de nuevo ese equipo animoso y peleón que, con pasos cortos pero bien asentados en su suelo, vaya creciendo y proporcionando alegrías compartidas. Si se siguen haciendo las cosas con sentido común, ya verán cómo esta temporada podemos ilusionarnos de nuevo, mirando hacia arriba, en vez de asustarnos contemplando, como la temporada pasada, la profundidad del precipicio.