Opinion

Un debate estéril

Gobierno y oposición no fueron capaces de aportar soluciones ni expectativas

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La gravedad de la crisis hacía exigible no sólo centrar el debate de ayer en la situación económica sino intentar aportar elementos constructivos a la recuperación. La comunicación previa del Gobierno invitaba a debatir y negociar las reformas en curso y las pendientes. Pero los dos principales líderes no fueron capaces de aportar ni soluciones ni expectativas a la perpleja opinión pública. El presidente del Gobierno centró su primera intervención en esta idea: para empezar a crecer sin estímulos fiscales y con pocos recursos para inversión, hay que fiar el crecimiento al incremento de productividad que resulte de las reformas estructurales. Rajoy, por su parte, centró su discurso en la descalificación sin matices de su antagonista, cuya falta de credibilidad, su mendacidad y su incapacidad para generar confianza hace imposible a su juicio cualquier forma de cooperación. En definitiva, según Rajoy, la única salida para este país pasaría por la convocatoria de elecciones anticipadas, lo que permitió a Zapatero acusar a su oponente de anteponer su interés electoral al interés general. Lógicamente, tras el desabrido choque de trenes, pura esterilidad política, no llegó a plantearse siquiera proyecto compartido alguno. CiU y PNV sí brindaron cierta remota disponibilidad, en tanto ERC e IU afearon al Gobierno su supuesta traición a los ideales de la izquierda. La sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña planeó ayer sobre todo el debate pero acaparó especialmente el cara a cara entre Duran i Lleida y el presidente del Gobierno. El portavoz convergente alertó de que el problema catalán, generador de serias pulsiones independentistas, es sobre todo un problema español, e instó al Gobierno a reparar la ofensa supuestamente infligida a la sensibilidad catalana. Zapatero trató de racionalizar el problema, reduciéndolo a dimensiones manejables, sobre el argumento de que el autogobierno no padece sino que se consolida con la sentencia. Es evidente que la herida no ha cicatrizado aún -ni lo hará hasta después de las autonómicas-, por lo que tampoco en este asunto el debate fue útil. Quizá fuera acertado revisar el formato de esta liturgia parlamentaria que sólo genera, las más de las veces, tedio y desafección.