Juego sucio entre populares y socialistas
El PP ultima una queja ante el Congreso y argumenta que un diputado de la bancada socialista llamó «maricón» a Rajoy Los diputados se fajaron en un soterrado cruce de insultos
MADRID. Actualizado: GuardarLa audiencia del Debate del estado de la Nación, retransmitido en directo por diversos canales, no llegará ni al 5% de la que cosechó la final del Mundial de Sudáfrica. La amenaza de que la discusión parlamentaria se convirtiera en una competición de símiles con el triunfo de la selección española se disipó pronto. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy llevaron el balón a terrenos que nada tenían que ver con un campo de fútbol, aunque es cierto que diputados de uno y otro signo sí se dedicaron al juego sucio durante las intervenciones de ambos líderes. Se repartió tanta estopa que José Bono llamó al orden, por primera vez en la legislatura, a un parlamentario. En concreto, al popular José Madero, que no cesó de increpar a Zapatero cada vez que intervenía. El presidente del Congreso también llamó la atención -que no al orden- a otros diputados. El PP se quejó de que Bono permitió más a los socialistas. Tanto es así que a última hora de la tarde preparaban un escrito de queja ante el Congreso al entender que José Vicente Gómez, diputado catalán del PSOE, llamó «maricón» a Rajoy. El Grupo Parlamentario Socialista niega la mayor y asegura que lo que dijo su diputado fue «cabezón».
Moda de 'La Roja'
Tampoco queda claro quién coreó la letrilla de «soy español, español, español» -que se ha hecho muy popular durante el Mundial- tras una de las alocuciones del presidente del Gobierno. Lo que sí quedó patente es que la moda de 'La Roja' llega a todas partes, incluso al bolso de Carmen Quintanilla, diputada del PP de Castilla-La Mancha. Más que bolso era una especie de capazo de mimbre, pero decorado con multitud de banderas españolas.
José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la cita parlamentaria, la más importante del año, a las once y media, con más de media hora de adelanto. Le acompañó su esposa Sonsoles, una fija en las alineaciones en cualquier cita decisiva para su marido. Mariano Rajoy apuró más y se sentó en su escaño con apenas cinco minutos de margen.
Ninguno de los dos líderes abandonó su escaño durante las más de ocho horas de sesión. Cualquier ausencia, aunque fuera ocasional, se podía interpretar como un agravio para el orador de turno, nada recomendable con miras a posibles y necesarias alianzas futuras. Si tuvieron necesidades fisiológicas, nadie lo supo.
Más de cien periodistas cubrieron minuto a minuto un debate que requiere una puesta en escena propia de un gran acontecimiento. El hemiciclo colgó el cartel de no hay entradas. Los principales dirigentes del PSOE y del PP, algunos de ellos senadores, no faltaron a la cita.
Existen detalles, invisibles para las cámaras, que van más allá de la política. Por ejemplo, tras la intervención matinal de Zapatero, un grupo de limpiadoras repasó escaño por escaño, como si se tratase de un cambio de sesión en una sala de cine.
La tribuna estuvo muy animada. El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, purgó su «malinterpretada» frase de si Zapatero es malo, Rajoy es peor; siguiendo con atención a su jefe de filas. Salió satisfecho de lo que escuchó en el hemiciclo. Tal vez no le gustó tanto a María Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional, el tiró de orejas que le dio Zapatero a la institución que preside.
Ella, no obstante, aguantó el envite sin inmutarse. Una de las anécdotas de la jornada enlaza con el minuto de silencio, en homenaje al fallecido Félix Pons, con el que se abrió el debate. Una televisión autonómica puso durante su retransmisión un rótulo que decía: «Minuto de silencio en homenaje a Esteban Pons». El diputado del PP, Esteban González Pons, que no tiene parentesco con el desaparecido ex presidente del Congreso, aseguró que había recibido alguna llamada preguntando «si yo me había muerto».