Los alemanes Friedrich, Boateng y Schweinsteiger tratan de frenar a Pedro en la semifinal del Mundial. :: AFP
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El Mundial de la pizarra

La 'colonización' de África encorseta a sus selecciones y la escuela sudamericana apuesta ahora por el físico y poco por la creación La frescura y la improvisación agonizan en el fútbol moderno; los partidos son dibujos tácticos

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El fútbol cabe ya en una pizarra. El deporte rey ha traicionado el divertido juego de la improvisación y se ha aliado con dibujos tácticos inflexibles que encorsetan a sus máximas estrellas hasta apagarlas. Salvo excepciones muy puntuales en partidos rotos, de ida y vuelta, y alguna exhibición de España -sobre todo en la semifinal ante Alemania-, la mayoría de las selecciones han apostado en este Mundial por la rigidez en detrimento del talento. Incluso los equipos herederos del fútbol 'callejero' y musical, como Brasil y Argentina, han dado una vuelta de tuerca a sus planteamientos originales y se han olvidado de la samba y el tango para primar el resultado. Sudáfrica ha bendecido a sólo un puñado de creadores y ha pasado revista a un ejército de destructores que ha encontrado en el balón a su peor enemigo. Por fortuna, el campeón pertenece al primer grupo.

Un torneo que se celebra cada cuatro años solía ser para los aficionados una fuente inagotable de sorpresas y descubrimientos: la aparición de un futbolista hasta entonces anónimo -como el camerunés Roger Milla en 1982-, el deslumbrante juego de un equipo que no contaba en las quinielas -como la Polonia de Boniek y Lato- o la ascensión definitiva a los cielos de un 'crack' ya consumado -como Maradona en México'86-. En este sentido, la competición que acaba de terminar ha sido bastante decepcionante. La obsesión por esquemas inalterables ha globalizado los sistemas en los terrenos de juego; hasta el punto de que África, el continente que aún mantenía cierta frescura y una indisciplina bien entendida, ha sido 'colonizada' por seleccionadores europeos con las pizarras de la uniformidad. O creación o destrucción. No ha habido término medio en el Mundial.

Messi y Cristiano Ronaldo han sido sin duda las dos principales víctimas del fútbol 'científico', basado únicamente en una maquinaria sincronizada. Por convencimiento personal o por no querer dar el brazo a torcer por una simple cuestión de orgullo, Diego Armando Maradona entendió que su posible sucesor tenía que moverse en posiciones alejadas del área, su hábitat menos natural. A Argentina le fue bien ante rivales menores o de mitad de tabla, pero cuando tuvo enfrente a Alemania se comprobó que el castillo fabricado por 'El Pelusa' era de arena blanda. El 'hobbit' de Rosario se aburrió mucho y la albiceleste lo pagó caro. Tampoco el portugués ha estado cómodo en Sudáfrica. Al margen de su fría relación con Carlos Queiroz, el jugador del Real Madrid no está acostumbrado a defender, y el técnico le obligó a hacerlo. Ante España su seleccionador diseñó una pizarra destructiva que le borró del mapa. Cristiano invisible.

Especulación desmedida

La escuela sudamericana parece que ha cambiado de profesores. El fútbol de toque ha dado paso a la trinchera. Paraguay y Chile, rivales de 'La Roja' en la fase de grupos, pusieron en práctica un juego rocoso y físico a la espera del fallo del rival. La táctica es clara: sembrar de minas el campo y esperar que alguna reviente el esquema del enemigo. Los africanos, por su parte, han ganado en orden y han asumido los conceptos tácticos del fútbol moderno, pero juegan peor que antes. Salvo Ghana y el papel más que aceptable de la anfitriona Sudáfrica, el resto de equipos del continente negro ha defraudado. Nigeria, Costa de Marfil, con una plantilla extraordinaria, y Camerún, liderada por Samuel Eto'o, han pasado sin pena ni gloria por 'su' Mundial. Asia ha salido bastante bien parada con Japón y Corea del Sur, mientras que Oceanía ha crecido con los tres empates de Nueva Zelanda.

Cuando se confirmaron los semifinalistas -España, Holanda, Alemania y Uruguay-, todo indicaba que el torneo había sido justo con las selecciones con propuestas arriesgadas frente a la especulación desmedida de otras como Italia, que ha tenido que beber de su propia medicina, y la ruinosa Francia de Domenech. Pero en cuanto el balón empezó a rodar, pudo comprobarse enseguida que charrúas y teutones habían contraído el 'síndrome del búnker' y se iban a limitar a esperar. No es que 'La Roja' y la 'Oranje' desprecien la pizarra -Del Bosque y Van Marwijk se han destapado como unos consumados estrategas-, pero, salvo algún matiz motivado por el propio desarrollo de los partidos, han mantenido una línea consecuente de principio a fin. En cierto modo el Mundial ha premiado la fidelidad de las dos selecciones finalistas, que han demostrado que el talento y la táctica no son incompatibles.