Perfecto. Xavi, incansable en el centro del campo, controla un balón ante el acoso de Sneijder. :: AFP
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El 'jefe' de los campeones

Xavi entronizó a España desde la calidad, pero Forlán le arrebató el premio al mejor del Mundial

JOHANNESBURGO. Actualizado: Guardar
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Fue el mejor en un Europeo de ensueño, ha ganado dos 'Champions', cinco Ligas, es el último 'Balón de Bronce' y acumula cerca de cien partidos internacionales. Pero Xavi Hernández, con 30 años y un sinfín de experiencias, sabía que el del Soccer City era el partido de su carrera. El tren del Mundial pasa quizá sólo una vez, y hay que subirse aunque sea en marcha y a riesgo de morir en el intento. Desde el calentamiento, el 'Humprey Bogart' de Terrasa asumió su rol. Se abrazó a unos, arengó a otros, clavó la mirada en todos. Sólo el destino quiso que el uruguayo Diego Forlán le birlase a última hora el título de mejor jugador del Mundial. Para gustos.

Pero Xavi entendió mejor que nadie las dificultades que presentaban anoche los aguerridos holandeses. Se vino atrás para intentar salir de la presión, encimó la salida de De Jong, intentó buscar a Villa y romper desde atrás. Jugó a su ritmo, con paciencia, sabedor de que una final es muy larga y se decide por detalles. No perder balones absurdos y guardar bien la posición, eran sus claves. Se prodigó en las acciones a balón parado. Generó la mejor ocasión de España en la primera parte. Se la puso de maravilla a Sergio Ramos, pero su cabezazo lo desvió Stekelenburg. En la reanudación, le dio otro pase de oro al sevillano, que esta vez midió mal el salto. Diseñó un elegante sombrero, la tocó de tacón, tiró paredes... Cuando tocaba pelea, era el primero en encararse con Robben y Heitinga, y en 'piarle' al árbitro. Siguió leyendo la final en la prórroga. Se vino arriba, reclamó un penalti. Hizo una jugada maestra con Iniesta que forzó la expulsión de Heitinga.

Cumplido su sueño, seguro que repasa su trayectoria y concluye que hay un antes y un después del 29 de junio de 2008, día que le definió como deportista y como persona, un símbolo de una España moderna, con estilo, ambiciosa y a la vez humilde. Era medianoche. Apenas una hora antes, España había ganado la Eurocopa. El vestuario de la selección de Luis Aragonés en el Estadio Ernst Happel olía más a cava y cerveza que a jabón. Los jugadores se encontraban en plena celebración. Uno de ellos hizo un paréntesis, se sentó y comenzó a escribir en el teléfono móvil un 'sms'. «Gracias por todo lo que me has enseñado en el fútbol y por tu apoyo», es su texto. El destinatario, Joan Vilà, un hombre dedicado en cuerpo y alma al fútbol formativo, no puede contener la emoción. Xavi, nombrado por la UEFA mejor jugador de la Eurocopa, se acababa de acordar del técnico que más le enseñó en la cantera.

Así de reflexivo es Xavi. En sus mejores momentos ha sabido mirar hacia atrás. Todos los niños que llegan al Camp Nou atesoran calidad, por algo superan las pruebas de acceso. Pero es vistiendo la camiseta azulgrana cuando dan el paso hacia adelante... o se quedan en el camino. Xavi progresó porque siempre fue receptivo y quiso mejorar. «Yo era delantero en Terrassa (ciudad en la que nació, a 27 kilómetros de Barcelona), jugaba muy cerca de la portería y creía que era rápido, pero cuando llegué al Barça me asusté al ver que había niños mucho más rápidos que yo. Asensi (ex jugador internacional del Barça, cofundador de la Escuela TARR para niños) me dijo que yo era un pasador. Y nos pusimos a trabajar para cambiar un poco mi forma de jugar. Siempre he pensado que el talento innato existe, pero hasta que no lo entrenas, no lo descubres», recuerda Xavi de aquellos inicios.

«Siempre el pase correcto»

Y ahí es donde interviene Vilà. «Comenzó a inculcarme lo de mirar antes que recibir y aprendí el sello mítico del Barça, aquello que implantó Cruyff en el 'Dream Team': rondos, conservación infinita del balón, aprendes a amar el balón, a quererlo siempre en los pies de tu equipo. Todos los equipos del fútbol base jugábamos como el primer equipo: un 3-4-3 y combinaciones basadas en triángulos. Y todos esos conceptos nos los enseñaba Vilà». Joan Vilà Bosch, ex jugador del Barça entre 1975 y 1979, trabajó en el fútbol base entre 1987 y 2001. Xavi le conoció con 13 años, allá por 1993, y trabajaron juntos hasta 1997, cuando Xavi, con 17 años, ya era una promesa que apuntaba para el primer equipo.

«Xavi tenía muy claro desde pequeño que lo más importante era no perder el balón. Cuando otros se aceleraban, él siempre elegía la opción más correcta. Tenía una personalidad única y una enorme capacidad para aprender. En los momentos de más presión no se inmutaba. Creció gracias también a su entorno. Su padre, Joaquim, fue jugador y entrenador. Su hermano mayor, Óscar, también. Lo único que hicimos fue trabajar con él algunos conceptos, porque si uno se conoce más a sí mismo aporta más al colectivo», recuerda Vilà con modestia, quitándose el mérito de haber modelado a uno de los jugadores más grandes del universo del fútbol actual.