Los jerezanos no dudaron en salir a la calle para celebrar el histórico triunfo de la selección española en Sudáfrica. :: JAVIER FERNÁNDEZ
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Jerez entera toca la vuvuzela

La ciudad se paraliza durante los 120 minutos del encuentro

JEREZ Actualizado: Guardar
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Tensa calma. El silencio rodea las calles de Jerez. Unos cuantos despistados cruzan el centro llegados desde cualquier punto de la provincia. Son las 20.15 horas y el calor había que mitigarlo con la playa. Pero el resto de la ciudad guarda calma tensa. Jerez cerró ayer durante unas horas. Se olvida el desempleo y el calor sofocante que llega con este viento de Sur y se llenan las casas y los bares. Algunos hacen su agosto, otros preferían estar en casa con la familia en vez de tras una barra sirviendo cañas. Una tras otra.

Minutos antes del encuentro, un balcón de la calle Medina asomaba al exterior lo que 120 minutos después iba a ser una realidad. «Show must go on» (el espectáculo debe continuar) de la banda británica Queen resonaba en una calle desierta, sólo transitada de manera airosa por aquellos que buscaban su lugar para disfrutar del encuentro.

Pero Jerez despertó. Con las banderas patrias engalanando las calles, toda la ciudad abandonó el silencio para unificar un grito, el de ánimo a la Roja, primero, y el del festejo casi afónico de un triunfo histórico. Dos años y poco después, la plaza del Caballo y la del Arenal rezumaron rojo y gualda. Aire para un pueblo que ha sufrido futbolísticamente hablando, pero que ayer tuvo la oportunidad de desquitarse las penas con una de las mejores generaciones e futbolistas que jamás haya dado este país.

Los ríos rojos de personas iban del centro a la plaza del Caballo y de allí a la plaza del Arenal. Pitidos simbólicos que recordaban a los del ascenso a Primera de la pasada temporada y que traían a la cabeza de muchos jerezanos a dos protagonistas del histórico triunfo de ayer: Antonio Fernández y Dani Güiza. Uno lo vivió en persona en Sudáfrica y ya suma un Mundial a su historial. El otro, también en Johannesburgo, lo disfrutaba con la envidia sana de un campeón de Europa.