Unas expectativas efímeras
LA HABANA. Actualizado: GuardarLa crisis económica cubana ha tocado fondo hasta convertirse en asfixiante. Una conjunción de factores truncó la ilusión desatada por Raúl Castro en 2006, cuando anunció que los cambios estaban a la vuelta de la esquina. La isla vive ya una situación social explosiva que, según varios expertos, ha tenido en cuenta el pragmático presidente, que intenta alcanzar varios objetivos al aceptar la liberación de los 52 opositores.
Porque las protestas son cada vez más abiertas. Radio bemba -la radio macuto cubana- cifra en unos 150 los estibadores detenidos por negarse a cargar un camión de arroz para Haití con el argumento de que no enviarían al extranjero lo que necesitaban sus familias hambrientas.
Cuando Castro habló de que acaecerían «cambios estructurales y de concepto» se interpretó como la apertura económica al estilo chino o vietnamita. Una posibilidad con simpatizantes y detractores dentro del mismo aparato. Pero en 2008 el gozo se convirtió en sombra. Al bloqueo estadounidense y a las sanciones europeas contra el régimen, se sumaron la crisis financiera mundial y tres huracanes que machacaron la isla dejando pérdidas de más de 8.000 millones de euros (20% del PIB). Los más ortodoxos, bien por convencimiento ideológico o por temor a perder estatus o prebendas, se frotaron las manos de alegría por los torpedos externos.
En la práctica se aprecia el incremento de los apagones en el sector residencial, se recorta el uso de la electricidad en empresas y oficinas, que de nuevo se achicharran de calor ante la prohibición del uso de aires acondicionados. La falta de liquidez tiene las estanterías de los comercios semivacías de alimentos y sustituir el 80% de importaciones con producción nacional es un sueño. La distribución en usufructo de la tierra ociosa a campesinos va lenta y tampoco cuaja el sistema de pago por rendimientos.
Los planes experimentales de semiprivatizar peluquerías, barberías y los servicios de taxi han sido bien recibidos, pero al estar limitados a un grupo pequeño, los beneficios son mínimos. A los trabajadores se les exige apretarse más un cinturón que se está quedando sin agujeros, trabajar más y «que cada cubano cumpla su deber», cosas que se repiten desde hace muchos años.