Löw no pudo hacer nada para que sus pupilos doblegaran a los hombres de Del Bosque. :: EFE
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La 'Löw Story' toca a su fin

La historia de amor de Alemania con el juego jovial y alegre se consume por rendición ante el magisterio de su modelo

DURBAN. Actualizado: Guardar
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El magnífico coliseo de Durban escenificó anoche el final de la 'Löw Story', la historia de amor con la frescura, el desparpajo y la jovialidad del fútbol interpretado por la rejuvenecida y descarada Alemania en el Mundial de Sudáfrica. Ante el rojo espejo de sus ambiciones, la nueva y alegre 'Mannschaft' sucumbió a la supremacía hegemónica del modelo de toque y velocidad combinativa en el que pretende inspirarse para su particular metamorfosis hacia la modernidad.

El conjunto de Joachim Löw cayó derrotado porque en su fuero interno se supo inferior a España y se ahogó en un inconfeso complejo de inferioridad hacia la propuesta más atractiva, completa y renovadora del actual planeta futbolístico. El dinamismo, el entusiasmo, la espontaneidad, los automatismos, la inteligencia y la audacia fueron anoche virtudes desaparecidas en el desigual combate con la sugestiva autoestima, confianza y fe de los campeones de Europa y finalistas de la Copa del Mundo.

Bajo el atosigante y abrumador dominio español, Schweinsteiger, Özil, Lahn, Klose y demás estrellas germanas anduvieron más despistados que un pulpo en un garaje, no el pitoniso Paul que en su pecera de Oberhausen acertó el nombre del ganador. Tan sólo el guardameta Manuel Neur estuvo a la altura del lance y atrasó la victoria española con acertadas intervenciones a remates de Pedro y Villa.

Löw se decidió de inicio por Piotr Trochowski para suplir la baja en la banda derecha del ataque del sancionado Thomas Müller, uno de los jugadores más destacados del torneo con cuatro goles en su haber. Con la salvedad de este cambio forzado hombre por hombre, repitió el equipo titular que goleó en octavos a Inglaterra (4-1) y en cuartos a Argentina (4-0) y mantuvo el sistema en 4-2-3-1 que tan buenos resultados le había venido dando.

En el estadio de Durban, el dibujo germano fue una réplica mimética al dispositivo hispano, fuente de inspiración confesa de la revolución cultural auspiciada por Löw. La simetría de las pizarras se tradujo en una batalla táctica por el control del centro del campo con una obsesiva preocupación en el lado alemán por frustrar las triangulaciones, interceptar las líneas de pase interior y achicar en zona los espacios.

Siempre al acecho

La 'Mannschaft' asumió que la posesión de la pelota es consustancial a 'La Roja'. En lugar de librar esa pelea perdida, optó por mantenerse en una actitud reservada y expectante, a la espera de la menor oportunidad para montar el contraataque. Renunciaron a presionar en el campo rival, permitieron la salida del balón y se mostraron poco agresivos con el adversario que lo llevaba.

Fue una actitud reservada, observadora y al acecho de los fallos del oponente más que de los propios aciertos. El traspaso deliberado de responsabilidades, la cesión del mando y la dejación de la creación representaron el reconocimiento implícito de la superioridad española en las facetas vertebrales del juego.

Muy inferiores desde el punto de vista técnico, los alemanes experimentaron serias dificultades para conservar el balón en los pies, encadenar más de tres pases seguidos y trenzar la circulación fluida y vertical que les había caracterizado hasta acceder a semifinales. Fue el epílogo de una historia de amor por la rendición respetuosa y reverencial ante el mejor.