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El otro seleccionador

Zapatero ha demostrado ser un gran alquimista para premiar a los amigos y castigar a los detractores

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Como en el oficio de la política la expresión: «Desmiento tajantemente que esté preparando una crisis de Gobierno» puede perfectamente traducirse por «pero no descarto hacerla cuando me parezca oportuno», puede que a la vuelta del debate sobre el estado de la nación, en el equinocio de julio, nos encontremos con la renovación de los titulares de algunos ministerios. Es decir, que Rodríguez Zapatero deberá oficiar una vez más de 'el otro seleccionador nacional' y como Vicente del Bosque escoger de entre la liga socialista el mejor once para afrontar las duras eliminatorias que nos esperan hasta el final de la legislatura. Sin embargo, no es fácil que 'el seleccionador de Moncloa' se muestre dispuesto a desviarse de un estilo de gestión siempre proclive a la candidatura de los perfiles políticos más inadecuados para las tareas que luego les encomienda. En las sucesivas remodelaciones de Gobierno el presidente ha ensamblado la antología de su Gabinete en función de determinados parámetros no estrictamente concordantes con el principio del Gobierno de los mejores. El método Zapatero concede prioridad, por el contrario, a otros preceptos. Por ejemplo, la paridad. El Gobierno debe ser sin excusas paritario tenga o no tenga a mano los mimbres del género adecuado para confeccionar el cesto ministerial. También es obligado que de la nueva lista brote un efecto sorpresa que deslumbre o a los sindicatos -Corbacho en su momento-, o a las mujeres -Chacón de siete meses-, o a los joven@s -Aído para Igualdad-; y tiene auténtica obcecación en no promocionar a quienes puedan proyectar una imagen que haga sombra a la suya. Zapatero también ha demostrado que es un gran alquimista a la hora de combinar premios para los amigos -José Antonio Alonso de Interior a Defensa- con el castigo a los retadores. Antonio Gutiérrez el diputado socialista ex secretario de CC OO podría haber aspirado a cartera, pero su desafiante abstención en la reforma laboral, además de condenarle a vagar por los pasillos del Congreso enjabonando a ZP para neutralizar el rayo de la venganza, le ha amarrado para siempre al banquillo de los suplentes.

Ahora suenan en el río de los murmullos cortesanos los nombres de Pajín, Almunia, Solchaga, Marcelino Iglesias, Javier Solana, Guillermo de la Dehesa, Javier Gómez Navarro. Pero aunque tenga cierto sentido forjar en torno a un presidente iletrado en Economía, Hacienda, Finanzas y Negocios, un grupo de expertos como el presidente del Consejo del Instituto de Empresa o el comisario europeo, Zapatero tendrá la irresistible tentación de centrarse en su estilo de gestión de recursos humanos. Primero terminar la 'operación Chaves', después promocionar a la generación de menos de cuarenta, luego sentar a su mesa a los obedientes y, por último, no mover a los devotos.