
El comercio tira de la manta
La venta ambulante de falsificaciones a pequeña escala dejará de ser delito dentro de seis meses. La Policía persigue a los manteros mientras crecen las quejas por competencia desleal
JEREZ. Actualizado: GuardarEl mimo, que uniforma con ropa de payaso su espectáculo cotidiano, lo prolonga tras un árbol de calle Larga, frente a la plaza del Banco. Reúne sus muñecas, juntando sus caras interiores y sumando un gesto inesperado ante el único niño que le atiende. Acaba de pasar la Policía y así le explica lo que puede ocurrir si no tiene cuidado. El crío se ríe y los adultos cercanos también. El primero lo cree parte del número mientras los segundos lo hacen valorando el talento con el que el artista callejero incorpora esa inesperada situación.
Pero la pareja de agentes pasa de largo. Más adelante, poco antes del jubilado que vende silbatos de barro sentado en un banco, permanecen alerta algunos vendedores de origen subsahariano que, desde la esquina de Gravina, corren que se las pelan para recoger dentro de sus mantas los bolsos y otros complementos que ofrecían hasta el momento a los transeúntes. «El 'top manta' es una venta ambulante» recuerda Manuel García, presidente de Asunico. «Y como tal está regulada, lo que tienen que hacer es tener sus permisos», añade.
Más allá de la competencia desleal que el comercio tradicional encuentra en ellos, es otra la consideración perseguible que esta actividad genera para preocupación de quienes recogen a la carrera su hato para huir de la Policía. Mucha de esta producción consiste en copias de otros géneros de los que, usando ilegítimamente sus marcas, ofertan sucedáneos que siempre encuentran a compradores dispuestos a dejarse engañar. Y da igual que estemos hablando de bolsos, otro tipo de complementos o, sencillamente, discos pirateados.
Esta actividad, por ilegal que resulte, dejará sin embargo de ser delito a finales de este 2010. El Boletín Oficial del Estado (BOE) acaba de publicar la Ley Orgánica 5/2000, de 22 de junio, que modifica una anterior, del año 1995, del Código Penal. Su texto explica que «en el ámbito de los delitos relativos a la propiedad intelectual e industrial se ha evidenciado una cierta quiebra de la necesaria proporcionalidad de la pena en el caso de de conductas consistentes en la venta a pequeña escala de copias fraudulentas de obras amparadas por tales derechos».
No se ahorrarán la vigilancia policial pero, en seis meses, verán que lo que hasta el momento era delito se quedará en mera falta. «Máxime cuando frecuentemente los autores de este tipo de conductas son personas en situaciones de pobreza, a veces utilizados por organizaciones criminales, que con tales actos, aspiran a alcanzar ingresos mínimos de subsistencia». La nueva ley, con claro signo social, deja todo en penas de multa o trabajos en beneficio de la comunidad. Si el beneficio no alcanza los 400 euros todo quedará en una falta.
Quejas de los ambulantes...
Ello, sin embargo, no evita los demás perjuicios que la actividad de marras ocasiona. Entre los primeros indignados se encuentran los vendedores ambulantes. Éstos han de darse de alta en el epígrafe correspondiente del Impuesto de Actividades Económicas (IAE), en la Agencia Tributaria, en la Seguridad Social, en la Junta de Andalucía (que dispensa un carnet profesional) y han de contar con autorización municipal. «Estamos en contra de esta ilegalidad», dice Jesús Espada, presidente de los vendedores ambulantes de la provincia.
Abundar en la situación de este otro colectivo es encontrar una batería de quejas que, con los manteros o sin ellos, hacen de la suya voz que no quieren acallar bajo ningún concepto: «Venimos demandando actuaciones de los poderes públicos», añade Espada que, para más 'inri', encuentra que la actividad que ahora dejará de ser delito «hace que, incluso, haya quien llegue a dudar de nuestra legalidad». Para que no les falte de nada a éstos otros, los de los populares mercadillos, «el comercio tradicional está en contra de nosotros», señala.
Más aún, para los ambulantes legales «hay una gran demanda de crecimiento del número de nuestros puestos en los ayuntamientos que no pueden atender en función del tamaño de los mercadillos». La presión que, desde todos los frentes, dicen encontrar conduce a Jesús Espada a estallar: «Muchos de nosotros nos veremos obligados a cesar en la actividad». Y para ilustrar su desesperación usa del recuerdo, por ejemplo, de la «caótica parada a que nos vimos obligados durante los meses de lluvia del pasado invierno».
... y del comercio tradicional
Y si ellos no quieren oír hablar de la actividad ilegal en las calles del centro, algo parecido ocurre con los comerciantes tradicionales. Tras esos manteros que tapan la entrada en Gravina, calle estrechita y de poco tránsito entre Larga y Honda, se encuentra una de las tiendas de Juan Díaz ('Pelitos') quien entiende que «sabemos el problema que tiene esta gente, vienen buscándose la vida, pero directa o indirectamente nos hacen pupa». «Nuestros precios ya son bajos y esta gente nos hace una competencia desleal», añade indignado.
La compra de productos desfasados que venden a precios sin competencia es la clave de quienes a diario extienden su manta mirando de reojo ante la posible aparición de los policías. «Si tienen algo a tres euros y no lo venden lo bajan a dos». Díaz reconoce que, ante eso, no hay posible reacción. Máxime cuando la crisis puede hacer que el comprador no haga ascos a calidades como las que se encuentran a pie de calle. «La gente que se para a ver qué tienen sobre la manta, no han salido a comprarles pero si lo hacen es una venta que se ha perdido para nuestras tiendas», dice.