CUANDO EL ENEMIGO ES TU PROPIO HIJO
El número de padres que denuncian a sus propios hijos por maltratarles se incrementa cada año en la provincia, en una preocupante tendencia
Actualizado: GuardarMe dice a voces: ¡Tengo que verte muerta!». El pasado mes de febrero, el Gran Teatro Falla se vino abajo en aplausos cuando la comparsa El G-15, bordaba en un giro inesperado el que parecía el enésimo pasodoble de maltrato sobre las tablas del Concurso de Carnaval. La agrupación de Los Carapapa daba voz a una mujer sin nombre, víctima de palizas, amenazas y vejaciones que lloraba su dolor en el «infierno» de su hogar: «Me humilla, me ofende y me pega», gritaba la mujer en boca de los comparsista. Sin embargo, como revelaba al final esta víctima anónima, quien la tenía «toda 'señalaíta'» no era su marido -como todos esperaban-, sino su «propio hijo».
El giro final emocionó a muchos, sin duda, pero su mayor mérito fue destapar, en el escenario de la opinión pública gaditana, una realidad a la que apenas se ha cantado hasta ahora, a pesar de que cada año llegan más y más casos a los juzgados de Menores, en el que los verdugos son los presuntos inocentes menores de edad.
Sólo en el último año 2009, mientras la criminalidad juvenil bajaba por primera vez en un lustro, el número de infracciones por violencia doméstica cometidas por los gaditanos de entre 14 y 18 años, aumentó un 14% con respecto al año anterior, hasta alcanzar los 181 casos, lo que sitúa este tipo de delito como el que más creció en la provincia. Prácticamente el único, aunque también ha aumentado el número de los robos y los hurtos (un 4,8%).
Cabe señalar que las estadísticas de la Fiscalía de Menores, al menos hasta el presente año, meten en el mismo saco los casos de maltrato familiar y los de violencia de género (de adolescentes contra sus novias). Si bien, según el coordinador de Cádiz de la Fiscalía de Menores, son los primeros casos los que generan un mayor porcentaje de denuncias. La propia Fiscalía, en las conclusiones de su Memoria, destaca de hecho cómo los 26 procedimientos de más que se dieron el pasado año con respecto a 2008 quizá «no es especialmente relevante», pero destaca que «el aumento relativo sí es importante», ya que el crecimiento se ha convertido en una «tendencia», y no en un mero crecimiento puntual.
Los niños que llegan a los juzgados por estos delitos no son meros contestones, que responden con un bufido cuando se les manda hacer la tarea. Sino adolescentes que humillan a sus madres, abuelas o a sus propios padres. Que los insultan a voz en grito. Que los amenazan de muerte o que, en los casos más extremos, los agreden físicamente, con bofetadas y patadas. Para colmo, este tipo de delincuentes son chantajistas y «grandes manipuladores», a juicio de de la Fiscalía, y se aprovechan del cariño que se espera recibir de un padre hacia sus hijos, aunque finalmente ese sentimiento se convierta en temor y odio.
Impulsivos y manipuladores
«Son personajes impulsivos, con poca tolerancia a la frustración, y muy manipuladores, que tienen acendrado el lema del 'Aquí se hace lo que yo quiero'; que han aprendido esa mentalidad hace 15 años y es difícil cambiar», explica el coordinador de la Fiscalía. «Proceden de familias en las que sus miembros se comunican a gritos y golpes, y cuando los niños saben que son más fuertes se convierten en los amos del hogar».
A pesar de este análisis, trazar un perfil del maltratador juvenil resulta complicado. Según el Defensor del Pueblo Andaluz, que cada año analiza este fenómeno en su memoria anual sobre adolescentes, se pueden distinguir al menos tres grupos, que nunca son puros: a los chavales que reaccionan de forma violenta porque sufren trastornos psíquicos, los que padecen algún tipo de adicción a las drogas y arrancan el dinero a sus padres a golpes, y el de los niños educados sin límites. Estos casos -que son mayoritarios- se sale de los cánones esperables de familias desestructuradas o de formación humilde.
Al contrario, «este tipo delito está creciendo entre las clases de nivel económico medio-alto, en el que trabajan los dos padres y que, al llegar a casa, en lugar de afrontar el pulso de educar a sus hijos, les conceden todo lo que piden, hasta que no pueden dar más porque les piden la luna; entonces, su reacción se transforma en la agresión», perfila el Defensor del Menor Andaluz, José Chamizo, que además, desmonta otro mito en torno a los maltratadores: la violencia no sólo la ejercen los chicos, sino también las chicas.
Chicas y agresoras
No en vano, según Chamizo, en la provincia de Cádiz «el nivel de chicas agresoras de las madres, es el más alto de toda Andalucía». Sobre todo «en el marco de Jerez», apunta el también Defensor del Menor.
También las víctimas son mayoritariamente femeninas: las madres, que a veces sufren un doble maltrato, por sus maridos y sus propios hijos. «Hemos tenido casos en los que se han dado casos de mujeres víctimas de violencia machista por sus esposos y una vez que se han separado son los menores quienes adoptan el rol de maltratador», explica Nora Hernández, psicóloga de equipos de mediación y experta en psicología jurídica, que encuentra el origen de este tipo de delitos en los nuevos modelos de familia de la sociedad: «Tienen mucho que ver con la falta de conciliación de la vida laboral y personal de los padres. Ya que a muchos niños se les ha permitido una serie de responsabilidades como cuidar de sí mismos en casa, y se acostumbran a hacer lo que les da la gana».
Hernández advierte también un repunte de casos entre las familias adoptivas, que se enfrentan a los mismos problemas de excesiva sobreprotección que las familias biológicas, pero se les suma «las reticencias de ciertos padres a plantear sus problemas con los equipos de adopción, por miedo a que les quiten a los hijos o a sentirse cuestionados». En su lugar, aguantan sin más, hasta que la situación se vuelve insostenible.
Arrepentidos de querellarse
«Llevo callando mi sufrimiento mucho tiempo/ Con 'to' el dolor de mi corazón/ tengo que denunciarlo / porque ya no puedo con este dolor / que me está matando», confesaba en febrero la mujer sin nombre del pasodoble, que representa a tantas otras víctimas que también acuden a la Justicia cuando ya no pueden más. «Pueden llegar a soportar años de maltrato», confirma Nora Hernández. Aún así, muchas historias de violencia que acaban en denuncia, lo hacen de manera tangencial, «cuando el menor comete otro delito y es internado; entonces los padres se ven liberados» para querellarse.
Con todo, dar ese paso no es suficiente. De hecho, según el coordinador de la Fiscalía de Menores de Cádiz uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la Justicia es que «la mayoría de las denuncias terminan siendo retiradas» por las mismas víctimas que las presentaron, al ser coaccionadas y manipuladas por sus propios verdugos.
«Hace poco la madre de un chico que llevaba dos meses ingresado, vino porque le parecía excesivo el tiempo de internamiento que habíamos pedido para él, de dos años; la madre pedía que se le pusiera en libertad, a pesar de que era un chico con antecedentes de maltrato en la familia y fuera de ella. Tenemos asumido que las familias quieren sanciones simbólicas, que se les detenga y pasen en comisaría un par de noche. Pero no es suficiente».
Chamizo apunta, con todo, una rendija de esperanza, pues espera que «después de muchos años de constante aumento de casos, en 2010 se mantengan y se pare ese crecimiento». Una impresión que no todos comparten, pues para la Fiscalía, la crisis económica puede hacer aumentar la violencia. Especialmente, la más irracional, que se comete entre las paredes de una casa.