Crónicas pisanas (1)
Actualizado: GuardarUna vaharada densa de calor italiano nos ha recibido en el Aeropuerto Galileo Galilei, a modo de «calda» bienvenida a la tierra italiana. Hay una atmósfera veraniega y plácida, a pesar del trajín de viajeros que cruzan de un lado para otro, en busca de sus destinos. Tras los ajetreos en busca, siempre inquietante, de los equipajes familiares, intento otear un Lancia Lybra de color plata, el coche de Cristiana Bollini, nuestra anfitriona y casera por un mes en estas tierras amables de La Toscana. Afortunadamente la tarea ha resultado menos difícil de que pensaba, y se ha producido una especie de mutuo encuentro. Saludos y primeros escarceos con mi italiano básico, un tanto olvidado desde Padua, hace ya cinco años. Cruzamos intersecciones y paisajes, con la característica audacia conductora del italiano, mientras vamos haciendo las consabidas presentaciones. Mi hijo, siempre despierto y atrevido, comienza su particular ronda práctica de chapurreo del italiano, y parece que merece la aprobación de Cristiana, que ríe con su acento recién estrenado. No tardamos mucho en llegar a San Giuliano Terme, nuestro destino del mes de julio, a escasos kilómetros de Pisa, el destino universitario de este año. Pudiera parecer un lugar sin importancia, una estación termal mas, pero nada en Italia deja de tener historia. San Giuliano ya era citada por Plinio El Viejo, y desde Roma hasta la actualidad, pasando por las restauraciones termales medievales de Matilde Di Canossa o Federico de Montefeltro, sin olvidar a los Médici, ha sido y es un importante balneario. La recta y sobria fachada dieciochesca se dibuja bajo la ladera de una colina, y un poco más a la izquierda aparece la casa de Cristiana, un caserón antiguo y grande, paulatinamente restaurado para turistas en alguna de sus zonas. Olores inconfundibles y familiares de maderas y plantas compiten con modernas estructuras acondicionadas al viajero. Su marido nos da la bienvenida y ella nos señala el apartamento que ocuparemos. Es agradable y parlanchina, artista y alfarera, amante de las antigüedades y los cachivaches con historia. Lentamente, la tarde va declinando con un compás de vieja dama decadente, sin prisa. Y se oye el maullido de los gatos de San Giuliano, llamando a desconocidas aventuras nocturnas