Los expendedores de 'tickets' ya estaban ayer a pleno rendimiento. :: FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

El azul siembra la discordia

Vecinos y hosteleros muestran sus quejas el primer día del cobro por aparcar en el Paseo

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Pocos colores pueden presumir de ser protagonistas de poemas sugerentes o de evocar paz, sosiego y relajación como lo es el azul. Sin embargo, no es lo mismo ver el color azul en su inmensidad oceánica o en el cielo luminoso que verlo dibujando una mano resignada que paga su cuota en una máquina expendedora de 'tickets' de la Zona Azul, del Paseo Marítimo.

A pesar de que el presidente de Emasa, José Blas Fernández, se empeña en demostrar que es una iniciativa plenamente implantada, lo cierto es que la Zona Azul del Paseo no despierta muchas simpatías. Vecinos, hosteleros y turistas no se cortaron ayer en mostrar su desacuerdo con el primer día -y hasta el próximo 15 de septiembre- de las 521 plazas de aparcamiento de pago. Uno de los que se mostró ayer más críticos es Tony Alvarado, encargado del restaurante Arana. La situación del local le hace sufrir, tanto la carga y descarga de la calle Brasil, como la Zona Azul. «No favorece ni a clientes ni a trabajadores».

Ayer, el comienzo de la Zona Azul pilló a muchos con el paso cambiado. Ese fue el caso de Mercedes Fernández que encontró el temido sobre amarillo, destinado a «anular la denuncia», en su coche estacionado en la Plaza Asdrúbal: «Es el impuesto revolucionario. Trabajo aquí y me obliga a estar bajando constantemente». A quienes no pilló de desimproviso fue a Javier García y su mujer. Vecinos de un edificio en primera línea de playa y sin garaje, sufren el problema «de pleno». «Ahora tenemos el coche en la avenida Juan Carlos I y en agosto será peor. Por lo menos podían crear un abono 24 horas para residentes», puntualizaba García.

Propuestas y quejas para una Zona Azul de difícil desaparición. Y es que a Fernández no le cabe duda del éxito de los aparcamientos en el Paseo Marítimo. Para él ya es un conflicto solventado.