Igor Martin, una vida varada
Un fuerte temporal le arrastró hacia la playa e interrumpió su travesía por las costas europeas y ahora no tiene dinero para reflotar su barco Un hombre ruso lleva 54 días atrapado en La Ballena con su velero encallado
Actualizado: GuardarIgor sale a duras penas del camarote y se mueve con hastío por cubierta. No le gustan los mirones. Un cuerpo fibroso y tostado por el sol encubren sus 50 años de edad, jalonados por quién sabe qué andanzas. Ahora la vida se burla de él con esta broma pesada. Pero sus labios apenas esbozan una sonrisa irónica bajo el bigote moscovita. «¿Qué al menos estoy en un lugar bonito. Bueno, yo querría estar allá lejos», dice señalando el horizonte. La mar está lisa, el viento calmo y el lorenzo no ha desatado aún toda su furia estival. Un día de playa perfecto en La Ballena que no pocos aprovechan para disfrutar de los primeros baños en las recién estrenadas vacaciones.
La insólita presencia del velero encallado rompe la típica estampa y seduce a los curiosos. Muchos se acercan y hacen comentarios ante la inclinación de 45 grados que descubre un casco rojizo y salpicado por el óxido. Los niños corretean alrededor. Pero Igor Martin parece ajeno a todo eso. Su compañero de desventuras, Alex Geicow, ha ido a Cádiz en busca de ayuda. Ya han hablado con varios particulares, pero les piden entre 3.000 y 4.000 euros por la grúa y el remolcador. Ellos pueden pagar un máximo de 400. Desde el siete de mayo, día en que el metro ochenta de quilla quedó hendido en la arena dorada, ninguna administración se ha mojado. Sólo llevaban 17 días de navegación cuando un fuerte temporal truncó sus planes. Habían partido de Hamburgo con la idea de recorrer las costas europeas y ganar dinero paseando a turistas. Holanda, Portugal, Francia y España.
Jürgen, su traductor
Pero las condiciones meteorológicas traicionaron su confianza y el velero, que habían comprado de segunda mano, no les respondió. Una avería en el motor y la rotura de las velas terminaron con la embarcación encallada. «Ellos habían echado el ancla, pero se dobló con la fuerza del viento y el mar los trajo hasta aquí». El que habla es Jürgen Umbreit, un alemán jubilado residente en Costa Ballena que se ha convertido en el intérprete oficioso. «Hay muchos vecinos que se han solidarizado. Les llevan comida y agua. Ellos traían algunas latas de conservas, pero se les terminan». Igor suelta una retahíla y su cicerone improvisado traduce: «es que a medida que pasa el tiempo tienen menos dinero, por los gastos de desplazamiento, las llamadas». Sus familias en Rusia y Ucrania -Álex nació en Odessa- no cuentan con recursos suficientes. «La crisis está en todas partes». Igor añade que es divorciado. Y la ironía pinta de nuevo su sonrisa. Durante los trabajos de nivelado de arena que se efectuaron para poner las playas a punto tras el temporal, una cuadrilla de hombres echó una mano. «Vinieron dos días sin cobrarles nada e intentaron mover el barco con las excavadoras. También un grupo de personas con un cable lo intentó. Todo fue en vano». Una empresa gaditana les ha pedido 16.000 euros por un remolcador y una grúa. «Pero eso fue lo que les costó el barco. No tiene sentido».
Igor se sienta a la sombra y suspira. Cincuenta y cuatro días varado son muchos con el mar a sólo un paso. «La solución es que nos remolquen ochenta metros hacia la orilla con la bajamar. Echamos el ancla y cuando suba la marea el barco será por fin libre». Ellos también.