Editorial

Sentencia tardía y polémica

Avala la mayor parte del Estatuto de Cataluña, pero explicita la unidad del Estado

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Cuando están a punto de cumplirse cuatro años desde la presentación de los recursos de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Cataluña, el Tribunal Constitucional (TC) ha dictado sentencia por un ajustado margen de seis votos a cuatro. Quiere decirse que han votado a favor los cinco miembros del sector progresista, incluido Aragón, y el más moderado de los cinco conservadores, el vicepresidente Jiménez. Al parecer, algunos aspectos de la sentencia se han votado por bloques. A falta de conocerse la literalidad de la sentencia, todo indica que convalida la mayor parte del Estatuto, y especialmente aquellos extremos que habían sido ya desarrollados legislativamente por el Parlamento catalán, lo que evitará dolorosas rectificaciones. Sin embargo, la sentencia explicita el criterio de la unidad del Estado. Los catorce de artículos que han sido derogados se refieren a la instauración de una Justicia autónoma, al Sindic de Greuges (Defensor del Pueblo) y a otras cuestiones de relativa entidad política. Otros artículos -una treintena- serán reinterpretados por el Tribunal, entre ellos los que definen la bilateralidad de la relación económica con el Estado y los que hacen referencia a la nación y la lengua. El recorte es discreto, afecta sólo a los aspectos más chirriantes de la carta catalana vigente y deja casi intacto el sentido integral del Estatuto, que ha inspirado por cierto la redacción de otros, como el valenciano y el andaluz. Así las cosas, es lógico que la sentencia no complazca a nadie, ni a quienes presentaron los recursos -especialmente el PP y el Defensor del Pueblo-, ni a quienes ostentan su paternidad. Obviamente, la sentencia es irrevocable, y no debería provocar gran conmoción sino al contrario: lo lógico es que los partidos acaten la decisión del órgano que vela por la constitucionalidad de las leyes y digieran el desenlace de un proceso estatutario que fue desaforado en muchos aspectos y que se contaminó con excesivas presiones políticas. Las mismas que han dificultado la labor del tribunal, que ha terminado su tarea mutilado y con el prestigio seriamente dañado. Ahora procede que las mayorías renueven el TC y revisen la normativa que lo rige. Algo ha debido fallar para que el parto de esta sentencia haya sido tan tardío, polémico y ajetreado.