LOS AFILADORES
Actualizado: GuardarLos que practicaban el viejo oficio han desaparecido de las bocacalles. Chiflaban impetuosamente para que acudieran los vecinos que se resistían a decirle adiós a sus armas domésticas. Había enseres que se aproximaban a la definición de la nada que propuso Bertolt Brecht: un cuchillo sin mango que hubiera perdido la hoja. Ahora, con eso del recorte, puede que regresen, pero los afiladores actuales utilizan la rueda de la fortuna.
Están saliendo chispas en el Tribunal de Cuentas, que le está pidiendo al señor Bono que explique las suyas, incluidas las que hizo con el Le Corbusier de La Mancha, más conocido por 'El Pocero'. La envidia es muy mala, pero hay constructores y políticos que son todavía peores. No brillarían con luz propia o prestada si no nos hubieran impuesto el recorte. Debemos tener mucho cuidado con los que manejan las tijeras, a las que Neruda, que era muy ramoniano, les llamó «pájaros de las peluquerías». No vayamos a salir trasquilados siempre los mismos. Parece que es la tendencia y así nos luce el pelo.
El G-20 ha renunciado al combate unánime contra la crisis. Habrá soldados de recluta obligatoria y otros de «cuota», como en la época aquella en la que delegaban los ricos en los pobres el inmenso honor de servir a la patria. Es cierto que los países tienen posturas diferentes ante el horrible problema, pero también lo es que todas ellas son muy incómodas. Compaginar la austeridad con el crecimiento es muy difícil. Una de dos. Los que creen que son compatibles buscan la fórmula, pero no aciertan ni a la de tres.
El lío mayor va a ser el impuesto a la banca. Hay países ricos, países emergentes y países que no pueden emerger porque el agua les llega hasta las cejas. Ni siquiera pueden pedir socorro.