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El G-20 opta por una solución salomónica y evita dar recetas de obligado cumplimiento
El foro elige un camino intermedio para contentar por igual a los partidarios de impulsar el crecimiento o de recortar el déficit
TORONTO. Actualizado: GuardarLa broma más extendida estos días entre las delegaciones participantes en la cumbre del G-20 de Toronto es que la banda sonora del encuentro bien podría ser la célebre canción de Fran Sinatra 'A mi manera', ya que el principal acuerdo logrado consiste en que cada país es libre en adelante de aplicar sus propias recetas para superar la crisis.
Los líderes de las principales economías desarrolladas y emergentes llegaron a Canadá divididos en torno a dos grandes binomios: retirada o consolidación fiscal, e imposición o no de tasas a la banca. Al final, coincidieron en que hay que hacer cosas, pero que cada gobierno tiene carta blanca para aplicar las políticas que le convengan.
Estados Unidos llegó a Toronto como el gran defensor de mantener las políticas de estímulo, apoyado por las economías emergentes, que crecen en torno al 5% ó 6% y temen que un recorte excesivo del gasto en los países desarrollados podría hacerles perder cuantiosas inversiones y dejarles sin los créditos que precisan. Europa, con Alemania a la cabeza, abogaba de entrada por reducir el déficit a toda costa. Al final, la administración Obama aceptó situar el déficit entre los objetivos a cambio de que la declaración final incluyera como objetivo primordial el crecimiento.
El comunicado intenta contentar a todos. Señala que es «esencial reforzar la recuperación» y subraya la necesidad de aplicar los planes de estímulo ya acordados. «Al mismo tiempo -continúa el texto- los acontecimientos recientes demuestran (...) la necesidad de que nuestros países adopten planes de sostenibilidad presupuestaria que gocen de credibilidad, estén debidamente dosificados y propicien el crecimiento de manera diferenciada y adaptada a las circunstancias de cada país».
Es decir, «cada cual a lo suyo, pero que parezca que estamos unidos», resumen en el día después algunos expertos, que dan por hecho que lo que ha evidenciado esta cumbre es que lo peor de esta crisis puede haber quedado atrás cuando las soluciones globales ya no sirven y lo que es bueno para unos perjudica a otros. Hace un año todos estaban de acuerdo en lo que había que hacer: reformar el mercado financiero y estimular el crecimiento con dinero público.
Tasas a la banca
José Luis Rodríguez Zapatero, que acaba de aprobar un ajuste fiscal durísimo que recortará en 2011 el crecimiento en medio punto del PIB, del 1,8% al 1,3%, también optó por ese camino intermedio y señaló al término del cónclave que «todos tenemos un compromiso con la consolidación fiscal y todos los países necesitamos crecimiento económico, no hay dilema, no hay alternativa». «Tenemos que fomentar el crecimiento sin gasto público, abrir las fuentes del crecimiento», dijo.
El otro gran asunto que provocó división fue la conveniencia o no de imponer tasas a la banca para costear futuras crisis financieras. Los gobernantes estuvieron de acuerdo en esta cumbre en que no habrá más dinero público para rescates y en que el sector tendrá que pagar la factura de futuras reestructuraciones, pero una vez más decidieron que cada país es libre de decidir.
El comunicado señala que «el sector financiero deberá hacer una contribución justa y sustancial para pagar el coste de cualquier intervención gubernamental para sanear el sistema financiero o financiar un fondo de resolución y reducir los riesgos del sistema». Pero admite que existe «un rango de políticas para alcanzar ese fin». «Algunos están buscando establecer una tasa financiera y otros buscan otras alternativas», concluye, sin dar un apoyo expreso al nuevo gravamen.
Lo único claro es que los líderes se han conjurado para aprobar definitivamente la reforma del sistema financiero en Seúl, en noviembre, después de casi dos años de debates en los que la crisis ha sufrido varias transformaciones. La nueva regulación buscará dos grandes objetivos: transparencia y contribución del sistema a los riesgos mediante aportaciones.
En lo que toca a España, la reunión ha servido para consolidar su presencia en este foro, al que de entrada no pertenecía -Zapatero presumió al término de la cumbre de ello- y que en adelante se postula como la gran organización internacional de cooperación económica. También para que el presidente de EE UU, Barack Obama, aplaudiese el ajuste español, así como su contribución para publicar los test de estrés de los bancos europeos.
Sirve de resumen una reflexión del primer ministro canadiense y anfitrión, Stephen Harper: «Los acuerdos que hemos tomado son voluntarios. Cada país es soberano, pero tenemos que comprometernos todos porque el mundo está pendiente de nuestras decisiones».