El club de Corea del Norte
Las superestrellas no dan pie con bola ante los proletarios de las selecciones de tercera fila
Actualizado: GuardarComo es bien sabido, Corea del Norte es una especie de país leproso, cerrado al exterior y sumido en una pavorosa miseria. Si su estrafalario líder máximo sigue jugando con misiles y torpedos, a lo que parece tener una malsana afición, es muy probable que su aislamiento vaya a más, si es que no da lugar a una escalada bélica de impredecibles consecuencias. En cualquier, caso no parece, en el concierto internacional, un ejemplo a seguir, ni un actor cuyas cualidades nos resulten envidiables. En resumen, que nadie querría estar en su mismo club. Pero he aquí que estamos. En el mismo club, digo. Porque resulta que Corea del Norte es una de las selecciones clasificadas para ese acontecimiento que sí es incuestionablemente planetario (y no el que vaticinó, arruinando en la primera profecía todo su crédito como oráculo, la voluntariosa Leire Pajín): la fase final del campeonato mundial de fútbol. Que no sólo nos cuenta también a nosotros como competidores, sino que se ha convertido en el hecho central de estos días, relegando a un segundo plano minucias tales como la insoluble crisis financiera, el derribo parcial de los derechos laborales que hasta aquí teníamos o la congelación de todas las infraestructuras pendientes. Los responsables políticos no saben muy bien qué decir respecto de estas espinosas cuestiones. Cuando los abordan los informadores, la mayoría responde con evasivas o, aquellos que no pueden escurrir el bulto, los del Gobierno, con un discurso abstracto y confuso que nos hace preguntarnos, una y otra vez, si estamos en buenas manos. Pero el gesto les cambia cuando se les interroga sobre el próximo partido que vaya a disputar la selección nacional. Ésa sí que se la saben. Todos desean que gane y aventuran con soltura un posible resultado. Todos menos los de ERC, que apartan la vista y murmuran «que gane el mejor». Pero bueno, está en su carácter. Exigencias del guión.
Poco importa que la selección esté jugando de forma más bien decepcionante frente a rivales discretos. Poco importa, también, que el mundial esté siendo un churro, donde las superestrellas ordeñadas hasta la última gota durante la temporada, y tal vez agotados de grabar 'spots' de publicidad, no dan pie con bola ante los proletarios de las selecciones de tercera fila, que están descansados y vienen a comerse el mundo, es decir, a hacerse un hueco en alguna liga donde paguen bien. ¿Está el invento a punto de irse a pique por la sobreexplotación? A algunos, que nos perdonen los forofos (pero deberían probar a imaginar lo que es soportar la omnipresencia abusiva de este circo sin tener el más mínimo interés por él), nos daría una alegría. Como que el próximo mundial (éste ya está un poco chungo) lo ganara, para mayor escarnio, Corea del Norte.