Carmen Osuna, una de las afectadas, muestra el deterioro que presenta la edificación. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

«Hace cinco años que vivo una pesadilla»

Varios inquilinos de una finca de la empresa municipal en la plaza del Tío la Tiza lamentan la aparición de grietas en un edificio de 2005 Denuncian el mal estado de unas viviendas de Procasa

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Carmen Osuna ya no sabe a quién acudir. La desesperación es el sentimiento que predomina en su estado de ánimo y que intenta combatir después de haber llamado, una y otra vez, a la puerta de los que tienen el mando sin encontrar respuestas ni soluciones. «Hace cinco años que vivo una pesadilla», comenta esta vecina de la plaza del Tío de la Tiza, 13, una finca construida por Procasa (Empresa Municipal de Vivienda) y estrenada en 2005. Y no es para menos. En su vivienda se agrupan todos los condicionantes que nadie querría para sí mismo ni para compartir con la familia.

Las humedades, desconchones y grietas en las paredes se multiplican sin tregua por toda la casa al mismo ritmo que las inundaciones que, semana sí y semana no, debe afrontar con resignación. Por si no fuera suficiente, algún vecino insolidario se dedica a verter por el wáter deshechos que acaban provocando atascos continuos y, en consecuencia, la inundación de toda su casa, ubicada en la planta baja. Pero aún hay más. En el techo de su baño se puede ver un boquete tapado con cinta adhesiva, el único remedio que Carmen ha encontrado para evitar que el agua de la bañera de su vecina de arriba se cuele por el techo cayendo de lleno sobre su ducha.

A esto hay que sumar otros inconvenientes, como la falta de espacio. Carmen vive con su hija, su nieto y su madre en una vivienda de dos dormitorios. Por este motivo, parte del decorado habitual de su salón, además de los enseres habituales en cualquier hogar como la televisión y el sofá, es una cama, donde cada noche se acuesta su madre. «Ni cabemos en el dormitorio ni ella puede dormir allí porque no hay sitio ni para poner el oxígeno que necesita», recuerda Carmen.

Algunos de estos problemas también se extienden a otros inquilinos. Pepi Orihuela vive en la segunda planta y aunque no sufre las inundaciones del bajo, sí afronta lo que supone tener sobre su casa una azotea. «El techo de la cocina me lo han tenido que arreglar de urgencia porque se me venía abajo», apunta esta afectada, que se acaba de gastar 650 euros en pintar el piso y, tan sólo 20 días después, ya comienza a salir a la luz nuevas humedades. «Estas casas están hechas con arena. Ni siquiera podemos poner cuadros en las paredes porque se nos caen», criticó.

Por su parte, fuentes de Procasa aseguran que todas las construcciones cuentan con garantías para fallos de construcción y por tanto se aplican cuando son necesarias.