Opinion

¿Modernidad truncada?

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Los historiadores de la arquitectura española destacan la quiebra del espíritu moderno que significó el desenlace de la Guerra Civil, inspirados en el libro de Oriol Bohigas, 'Arquitectura Española de la Segunda República' ( 1970). En él sostiene: «La muerte de Torres Clavé, líder del Movimiento Moderno abatido en enero de 1939 por la aviación italiana, fue un símbolo. La derrota en la guerra representó la liquidación de toda la vanguardia perdida en los exilios y en las disensiones internas». Si bien es cierto que la guerra provocó la diáspora de los modernos, no lo es menos que el paréntesis historicista o antimoderno finaliza muy pronto, con la derrota nazi, pues a Franco no le interesaba tanto la arquitectura como el poder y por ello se despoja de los símbolos de los vencidos en la Guerra Mundial y trata de agradar a los vencedores que adoptan el Moderno como estilo propio de las democracias triunfantes. En 1948 Asís Cabrero levanta frente al Museo del Prado el soberbio edificio de los Sindicatos Corporativos en clave de modernidad.

A pesar del leve paréntesis que nos dejó algunos edificios de una teatralidad monumentalista como el Ministerio del Aire madrileño, podemos sostener que España ha sido el único país que ha mantenido una rigurosa tensión creativa a lo largo del periodo de madurez del Movimiento Moderno, que los especialistas fijan entre 1925 y 1975: cincuenta años, tanto tiempo como la época canónica del Renacimiento. En Rusia, la modernidad termina cuando Stalin prohíbe la asociaciones libres de artistas; Inglaterra no fue moderna hasta los 60, y Alemania deslumbró durante la Republica de Weimar (años 20 y 30). En España, la generación del 25 y el GATEPAC tuvieron continuidad con: Sota, Oíza, Fisac, Corrales, Fernández Alba y otros muchos. El Gobierno Civil de Tarragona (1957), Torres Blancas (1961), Gimnasio Maravillas (1962) y Banco Bilbao (1971), expresan la solidez de una prolongada trayectoria. También en la provincia de Cádiz queda probada la continuidad del Moderno en la producción de arquitectos como Fernando de la Cuadra, Antonio Sánchez Esteve, Manuel Fernández Pujol y Francisco Hernández Rubio. Paradójicamente, mientras nos entreteníamos en el debate acerca de un edificio antimoderno, la piqueta amenazaba dos bellas piezas auténticas en su tiempo. A una de ellas (Náutica) la salvó la campana. Perdimos la otra: la Escuela de Enfermeras, excelente obra de Juan Jiménez Mata de 1968 inspirada en los principios del Team Ten que renueva y refuerza en los 60 las bases del Moderno. Cayó el año pasado sin foro que la defendiera.