Economia

JUICIO A LA REFORMA

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No estoy seguro. Si quieren mi opinión les voy a defraudar, porque les voy a dar dos. Analizada la reforma desde el ángulo de lo que podíamos esperar, el resultado me parece notable. Es justo reconocer que Zapatero se va tragando los sapos uno a uno y por su orden, disimulando bien el asco que tal actitud le supone. Les confieso que no esperaba tanto de quien fuera en el pasado el paladín de los derechos adquiridos y el mejor defensor de los sindicatos. Ahora, se ha ganado su primera huelga general y ese sí que es un signo evidente del final del enamoramiento juvenil.

Por el contrario, analizada la reforma desde las necesidades del país en este momento, me parece timorata. No tanto porque avance poco en las materias en las que avanza algo; sino porque no avanza nada en algunas materias que lo necesitan. Se ha puesto tanto el acento en la flexibilidad de la salida, -en el despido-, que no se acomete con decisión la flexibilidad en el empleo. Las empresas deben tener la posibilidad de acomodarse a los vaivenes de la coyuntura, pero eso no significa reducción de la plantilla. En la mayoría de los casos significa poder distribuir el trabajo, en el tiempo y en el espacio, de acuerdo con las exigencias de los clientes. Hay varias carencias más. Se mantiene la tiranía de los convenios colectivos sectoriales, perjudicando así a los trabajadores y a los empresarios de pequeña y mediana dimensión. No se solucionan los problemas reales de los jóvenes y no se avanza casi nada en la mejora de la competitividad que es nuestra primera necesidad y la única garantía real del futuro.

Entonces, ¿Qué deberían hacer ahora los partidos de la oposición, al menos el PP, el PNV, CiU, UPyD, UPN y los canarios? Pues forzar la introducción en el texto de estas mejoras y aprobar después la reforma. Y el Gobierno debería facilitar ese acuerdo. Lo demás son solo juegos partidistas, inútiles y egoístas. Es lo mejor para nuestra economía y cambiaría la diana de la huelga general. Ya no sería contra Zapatero, sino contra el Parlamento. Es decir, contra el país.