El jugador japonés Komano lucha por un balón con el camerunés Choupo Moting durante el partido de ayer. :: AP
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Japón amansa a los 'leones' de Camerún

La obediencia táctica nipona se impone a la superior calidad de un combinado africano incapaz de nutrirse sólo de Samuel Eto'o

JOHANESBURGO. Actualizado: Guardar
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El fútbol en Japón es una suerte de producción industrial. Saben los nipones que el tópico les avala, que conocen como nadie el método de apropiarse de las sinergias ajenas, de mutar cuando lo requiere la ocasión hasta convertirse en parásitos confesos. Juega a su favor su capacidad para no ruborizarse ante la inferioridad. Son corredores de fondo y como tales actúan, con una disciplina capaz de sobresaltar al enemigo. Desde ayer lo sabe de primera mano Camerún, un combinado que se estrenaba en el Mundial con el ansia de asumir la bandera del fútbol africano, pero que se ha visto mancillado por poco juego y mucho orden.

Los otrora leones indomables fueron amansados con la persuasión táctica japonesa. El laberinto nipón era sencillo de superar, pero los cameruneses se dieron de bruces contra sus paredes y acabaron por encomendarse, sin éxito, a alguna bala perdida procedente de su estrella, un Eto'o cansado, sumamente vigilado, que apenas pudo zafarse del rigor del adversario en una acción que le acercó a las puertas de la gloria. Fue el suyo un slalom frenético que derivó en un servicio que Choupo Moting despreció con su errático remate.

Para entonces (minuto 50), los africanos ya perdían 1-0. Había atinado Honda levantando un tsumani de pasión allá donde nace el sol. El jugador del CSKA moscovita será hoy el epicentro en periódicos, neones y videopantallas de las principales ciudades japoneses. Reafirmado como héroe nacional. Le pudo acompañar en la cumbre Okazaki, pero el palo izquierdo de la portería regentada por Hamidou evitó un mayor castigo a los futbolistas cameruneses.

Liberado en la segunda parte del corsé, la nómina de ex indomables apeló al orgullo, otra de las virtudes genéticas que figuran en su ADN. Pero carecieron de un referente, de un líder visible, definido, de un voluntario que guiara a una tropa desordenada y, por lo tanto, poco efectiva. Webo prendió el último cartucho en el descuento y el meta Kawashima se lo apagó.