BUENO POR CONOCER

RABIA

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Imaginemos sólo por un momento un pasaje bíblico del Antiguo Testamento, cualquiera. Ese ejercito filisteo bien pertrechado para la batalla, y para colmo entre sus filas al gigante Goliat. Enfrente un simple pastor, David, con una vulgar honda y unas cuantas piedras. ¿Qué hubiésemos sentido si la victoria no se hubiera decantado del lado del más débil? Rabia, y no precisamente contenida, con todo el sabor amargo de la bilis, con toda la ira del que ve la injusticia de cerca.

Han pasado más de dos mil años. El escenario es el mismo que entonces, pero corren otros tiempos, y la historia no se repite.

El ataque perpetrado por el ejército israelí a la flotilla de la 'Libertad' en aguas internacionales no tiene nombre ni calificativo. Y menos aún la tibieza e hipocresía con la que la comunidad internacional ha salvado el escollo de condenar al Estado de Israel. Las imágenes de las «armas» que transportaba la flotilla, según nos informa fuentes israelitas, y que dieron pie a que el argumento esgrimido haya sido la defensa propia, se trataban de algunos cuchillos de cocina, herramientas y alguna que otra radial de segunda mano.

Lo peor de todo es que ya no nos preocupamos por el derecho a la libertad que tienen los refugiados en las franjas de Gaza y Cisjordania, sino que sólo reivindicamos que les pueda llegar la ayuda humanitaria, esa que no se le debe negar a nadie.

Israel es capaz de asfixiar al pueblo Palestino ante la aquiescencia internacional, Unión Europea incluida. Prueba de ello es el tratado firmado días antes con los países europeos, que consideran a Israel un socio «especial». El sionismo radical, al igual que sucede con el fundamentalismo islámico, son el origen de muchos de los problemas de la humanidad.

¿Para cuándo el boicot a Israel y a todo lo que ella representa?

¿No existen motivos suficientes para que la comunidad internacional les dé la espalda?

Posiblemente los intereses económicos sean mayores.