Familiares de los dos taxistas asesinados por Bird depositan flores en el lugar de los crímenes. :: AFP
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Reguero de venganza y azar en la carrera mortal del taxista británico

Las hijas del conductor que asesinó a doce personas niegan que el móvil de los crímenes fuera un pleito económico familiar

LONDRES. Actualizado: Guardar
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El múltiple criminal del oeste de Cumbria, Derrick Bird, eligió aparentemente a sus víctimas en una combinación de azar y de venganza personal, según las informaciones difundidas en diversos medidos ayer tras la identificación oficial de los cadáveres. Al menos siete de las doce personas asesinadas por el taxista en esta región inglesa parecen objetivos premeditados.

Bird acabó en primer lugar con la vida de su hermano gemelo, David, a quien los vecinos describen como jovial y extrovertido, diferente al callado y quizás taciturno homicida. Las tres hijas de David emitieron ayer una declaración de lamento por la muerte de su padre y negaron lo que algunos medios ya airean, que un pleito económico familiar carcomía al criminal en serie desde hace tiempo.

Pero la segunda víctima parece confirmar la existencia de ese conflicto fraternal y la intención de Derrick de vengarse. Una vecina vio al taxista recorrer arriba y abajo la calle por la que se accede a la vivienda del abogado Kevin Commons, que trabajaba para los Bird. El luego suicida lo asesinó tras buscarlo.

Según el testimonio de sus colegas de volante de Whitehaven, a unos ocho kilómetros de la vivienda de la segunda víctima, Bird discutió en la noche del martes sobre algo que le amargaba desde hace meses. La crisis se nota, hay demasiados profesionales, algunos no respetan la cola en la parada de Duke Street y cogen a los clientes sin dirigirlos al primero de la fila, que lleva más tiempo de espera.

El criminal se enfadó y avisó al marcharse: «Mañana se va a liar». A un amigo, con el que se encontró en la calle, le dijo: «Hasta la vista, aunque no me verás más». Tras matar a su gemelo y al abogado de ambos, Bird fue a la parada y abatió a dos colegas a los que acusaba de saltarse la cola. Hirió a un tercero.

Veinte años de rencor

Estos cuatro primeros asesinatos parecen premeditados. El rastro de su voluntad se confunde después. Mata en un pueblo cercano a Kenneth Fishburn y a una mujer, Susan Hughes. El primero fue guardia de seguridad en la planta nuclear de Sellafield. Ahí parece haber otro motivo de venganza. Porque hace veinte años Bird fue despedido de un trabajo bien pagado en las instalaciones y obligado a vivir de modo más pobre e incierto con las rentas del taxi. Le denunciaron y condenaron por robo de instrumentos y de botas de trabajo. En su itinerario mortal también paró en la localidad de Wilton, donde mató a su jefe de entonces, James Jackson, y a su esposa.

La parte final de su trayecto parece más descompuesta. ¿Por qué mató a un joven agricultor o a una mujer que repartía catálogos? Su penúltima víctima, un joven agente inmobiliario, pudo morir por el accidente de coche que sufrió tras ser herido. En otro siniestro automovilístico cayó la última. Además, los médicos confirman que seis de los doce heridos tienen disparos en la cabeza o el rostro, mientras ya circulan preguntas sobre la tardanza policial para localizar a un asesino que empleó tres horas en su sangrienta ruta.

El Gobierno británico se mostró ayer dispuesto a abrir un debate sobre la reforma de la ley de armas después de estos crímenes, aunque tanto la ministra del Interior, Theresa May, como el primer ministro, David Cameron, advirtieron que no comenzarán las discusiones hasta conocer todos los detalles del escabroso suceso. Bird, de 52 años, tenía licencia para portar armas cortas desde 1995 y rifles desde 2007 y habría utilizado un arma de cada uno de estos tipos para cometer los asesinatos, según confirmó la Policía. En el caso del arma larga, el asesino habría recortado previamente los cañones.