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Juan Eduardo Zúñiga destila la esencia del alma rusa
MADRID. Actualizado: GuardarAún se pregunta Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1927) qué atrapó al niño que fue cuando, hace ya muchas décadas, leyó 'Nido de nobles' de Iván Turguéniev. Fue víctima de un deslumbramiento que le llevó a interesarse por otros grandes escritores rusos y a convertirse, con el pasar de los años, en uno de los grandes conocedores de la tradición literaria del gigantesco país de las inacabables estepas e inviernos. Ese vasto territorio a caballo entre Asia y Europa, patria de Chéjov, Pushkin, Turguéniev, Dostoievski, Tólstoi, Lérmontov o Gogol. A través de sus obras, Zúñiga indagó en la esencia de ese 'alma rusa' que aflora en la literatura, el arte y la música del extenso país eslavo, un alma que a su juicio «no es gemela de la española». A esa indagación literaria que se mueve entre el ensayo, la narración y el poema dedicó dos libro esenciales, 'El anillo de Pushkin' y 'Las inciertas pasiones de Iván Turguéniev' (1996) que ahora refunde en un único volumen, 'Desde los bosque blancos', que con el subtítulo de 'Memoria de escritores rusos' edita el sello Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Zúñiga es un escritor muy apreciado por otros escritores pero que, a pesar de su calidad excepcional, no ha contado con el favor del gran público. Es la suya una trayectoria sostenida por el aprecio de la crítica, que lo consagró y lo ratifica como uno de los más singulares narrados españoles del siglo XX. Así lo reitera el académico y gran fabulador Luis Mateo Díez, que se avino a apadrinar este rescate de unos textos que se han convertido en clásicos y que reconoce en Zúñiga a su «maestro» y «todo un ejemplo en un tiempo de valores vacuos».
Insiste Zúñiga en que no sabe cómo aquel lector adolescente vivió una convulsión emocional leyendo a Turguéniev y sus fatalidades. «Quise escribir como él. Me abrió una nueva perspectiva hacia los problemas íntimos y amorosos de los seres humanos. Fue mi primera lectura adulta y el germen de una vida lectora que me llevó luego a una Rusia antigua y remota, a Chéjov, a su teatro y a esas narraciones en la que nos muestra una vida interiorizada» explica. «Algo resonó en mí y me condujo a los esos autores rusos que me han acompañado durante toda mi vida», resume un añoso y lúcido Zúñiga que ha alumbrado títulos memorables como, 'Flores de plomo', 'Largo noviembre en Madrid' o 'Capital de la gloria' y que, tras estudiar Filosofía y Bellas Artes, se doctoró en lenguas eslavas pudo leer a sus admirados autores en su lengua original.
Por más que lo repitan escritores, artistas, músicos y pensadores ibéricos y eslavos, no comulga Zúñiga con el tópico del la hermandad entre las almas rusa y española. «Nosotros estamos al borde del mundo árabe y ellos del asiático, de modo que esa idea de proximidad idiosincrática no me seduce».