El vino de Jerez se hizo presente desde el mismo momento de la inauguración del Salón Internacional de los Vinos Nobles. :: ESTEBAN
Jerez

El mundo escancia ya los caldos más diversos en El Alcázar

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Los caldos más preciados, singulares y caros sirvieron ayer para brindar por la puesta en marcha una nueva edición del Salón de Vinos Nobles. El Alcázar ofrecerá hasta el miércoles «una ventana al mundo» que en su inauguración, la alcaldesa, Pilar Sánchez, refirió plena de agradecimientos y felicitaciones.

Acompañada por el comisario de Vinoble 2010, Pancho Campos; el presidente de la Academia Española de la Gastronomía, Rafael Ansón, y el delegado de Fomento Económico del Ayuntamiento, Francisco Lebrero, Sánchez no olvidó tampoco la aportación de la Junta de Andalucía y la Agencia de Promoción Exterior Extenda.

La cita se puso en marcha cuando el sol estaba en lo más alto y el Patio de Armas del histórico recinto almohade lucía de gala tras el arduo trabajo de la Wine Academy of Spain. Para entonces, Pancho Campos, que se estrena este año como comisario del evento, ya había adelantado que espera un Vinoble «más internacional y más comercial».

«Que quienes vienen encuentren mayor capacidad de negocio», dijo complacido porque cobre forma otro de los criterios que se barajan este año: sacarlo a la calle por medio de las catas en la cercana plaza del Arenal. Del mismo modo que subrayó las expectativas abiertas con el I Concurso Internacional de Vinos Nobles.

Tampoco escapó, en la intervención inaugural de la alcaldesa, la repercusión en Jerez. No en balde «ahondar en nuestra cultura ancestral, seña de identidad de la ciudad» fue presentada como una de las ilusiones con las que el Ayuntamiento se vuelca, con este Salón de los Vinos Nobles alcanzando ya esta nueva edición.

A ello añadió la regidora la posibilidad de «disfrutar de los más excelentes maridajes, de los más prestigiosos vinos, abrir una plataforma comercial y, por supuesto, el impacto económico que supone en la ciudad y que ya se reflja incluso en las previsiones hoteleras que alcanzarán estos días una magnífica ocupación».

Rafael Ansón indicó, por su parte, que «el vino es un alimento saludable y parte especial de la gastronomía», como ya quedó recogido hace unos meses en el convenio firmado por la Academia Española de la Gastronomía que preside y el Ayuntamiento de Jerez.

«No es que el vino se pueda beber -apuntó-, es que se debe beber», añadió parafraseando a Valentín Fuster, el presidente de la Academia Española de Cardiología. «El vino es bueno, saludable e indispensable gastronómicamente, cuando uno elige un vino ha de saber con qué comida viene bien», sentenció ocurrente.

En ese tono refirió un famoso verso de Pemán sobre nuestros caldos y la medida de su consumo y alentó, como premisa para adentrarse al universo vínico mundial que representa Vinoble, la experiencia personal al respecto del maridaje: «la armonía ideal es la de cada uno y no la que le diga un experto; ustedes prueben».

20.000 euros la botella

Dicho y hecho. A ello se lanzaron los primeros visitantes al Alcázar que, para comenzar, disponían de diversas propuestas: la cata comentada en la Mezquita de un vino húngaro, Tokaji; la Armonía 1 en la Torre del Homenaje con Celler Can Roca o la presentación, en el Patio de San Fernando, de fondillones y moscateles de Alicante.

Éste último acontecimiento contó, en el mismo lugar, con una antesala esperada: el descorche de una botella del palo cortado Gran Señor de Urium. Se trata de un VORS (Very Old Rare Sherry) procedente de una única bota centenaria de las instalaciones de esta bodega en la calle Muro. Su precio: 21.000 euros la botella.

Protegido en una caja metálica, su contenido fue vertido en una botella por Pancho Campos en presencia de la alcaldesa -«es muy muy muy seco», describía-, de Rafael Ansón y del propietario de las Bodegas Urium, Alonso Ruiz. Éste último reconocía contar con diversos productos de vejez calificada entre los que se encuentra un oloroso, un amontillado, el palo cortado y un pedro ximénez.

Desde ese momento, y ajustados al calendario de catas u otras convocatorias especializadas o simplemento dejados llevar por la interminable sucesión de visitas a los stands, llegaba el momento de descubrir otras delicias que estos días quedan ya expuestas al visitante de Vinoble.

Los vinos y sidras de hielo de la canadiense Quebec, el vino de naranja de Huelva ya evocado en 'Platero y yo', los amontillados u olorosos australianos que recuerdan a nuestros caldos más genuinos o aquellos otros que sí responden al tenor productivo del jerez como los apreciados en el stand de Harveys o en el de González Byass donde, además de Tío Pepe, era posible apreciar un palo cortado del año 1979 del que sólo existen 620 botellas.