ASUNTOS INTERNOS
Partidos y ciudadanos con espíritu crítico parecen, en Cádiz, imanes invertidos: se repelen
Actualizado: GuardarComo siempre, va a tener razón la vecina de página, prima lejana por parte política. Lo del PSOE de Cádiz es un sainete estomagante que provoca un distanciamiento crónico y genérico. Es mejor dejárselo a los que siempre lo han llevado.
Si la organización apuesta por Marta Meléndez como candidata a la Alcaldía de Cádiz, sus razones tendrá. Dicen los que saben que tiene juventud, capacidad, carácter y buena formación. Bagaje suficiente. Está feo que vengan de fuera de los órganos democráticamente elegidos, o de los límites geográficos, a decir otra cosa. Es su casa, cerrada a cal y canto. Ellos mandan. Así será.
Al menos, los que la defienden en su partido saben a qué juegan. Tienen trienios. A los que dicen otra cosa dentro del PSOE, les pierde una contradicción. Insisten en formar parte de un colectivo cuando discrepan del 90% de las decisiones que toma y de las personas que promociona. Y, como dice mi prima, ni siquiera está claro que sean los suficientes entre los suyos, los del carné, como para hacer valer su opinión alternativa. Que se aclaren.
Cuando se llega a tal desacuerdo constante, cabe preguntarse como espectador qué une a un disidente contumaz con su agrupación. Por muy bienintencionado que sea el observador, asalta la duda. La única justificación debe de ser que sólo quiere relevar a sus demonizados dirigentes, elegidos de forma tan reglamentaria como alimenticia.
Entre unos y otros, agotan a cualquiera, sobre todo si el mirón tiende al cansancio por falta de fe en una merienda de rojos (?) que ha convertido en único dogma de fe los intereses personales de los que hacen y deshacen, de los que aspiran y esperan, de los de los que opinan y los que se aferran. Los que quieren quedarse usan métodos que recuerdan a Puerto Hurraco (expresión robada de un memorable artículo de un socialista al respecto, titulado 'Perra suerte'). Los chicos rebeldes siempre dieron miedo con sus prisas, con su capacidad para buscar alianzas hasta con el diablo para controlar un estado de cosas que parecen no querer cambiar, sólo ocupar. Aquello del fin y los medios, sin respiro.
Román apoya a Emilio. Luego se distancia. Pizarro, con Velasco, a Chiqui, que se enfada e impulsa a Marta. Coco raja. Blanca presenta. Berasaluce susurra. A Paco le apartan. Su hija calcula. Cabaña apoya a Custodio, que tiró de tarjeta. Todos quieren a Griñán, pero muchos respaldan ordenadamente a un empresario que intenta doblegar la legítima decisión administrativa de un ex presunto candidato, que afecta a la Sierra.
El antiguo banquero del pueblo se la debe a uno de aquellos. Decide dar un paso. Posición ideal para el apuñalamiento. Los castigados revolotean alrededor de todos con un zumbido imposible. En julio, en septiembre y vuelta a julio. Con indultos, sin ellos, con o sin primarias.
Que traigan más café. Intrigas internas a la velocidad de la luz. Decisiones públicas a paso de tortuga. La dirección se hace querer con los que se dejan. Un cargo por aquí. Una promesa por allá. Todos traicionan a todos. ¿A alguien más le importa algo de esto?
Partidos y ciudadanos con espíritu crítico se comportan como campos magnéticos invertidos. Por más que intenten acercarse, se repelen. Vean las decrecientes militancias.
Esas siglas sólo incumben, aquí, ahora, a los que cobran de la administración sin haber opositado nunca. A los que aspiran a emularles. A los que quieren seguir ahí. A los que sólo comen de la vanidad. A periodistas y asesores a sueldo de cualquier institución que perciben como amenaza personal cualquier posible relevo. A los que quieren ser los primeros en dar un nombre (enorme texto en el blog de Tatiana Sánchez). A los que siempre prestan su boca y su teclado al que más pueda darles. A ver si les llaman. A ver si se quedan.
Su problema es que una parte -pequeña, por desgracia- de la supervivencia del pesebre depende de lo que piensen, y voten, los demás. Los que jamás cobraron del Ayuntamiento, la Diputación, la Junta u oficina de centenario alguno, ni del PSOE, PP, IU o PA. Los que nunca han tenido padre ni tito rico, jefazo encubridor, lobby de colegio concertado, pariente afiliado ni perrito que les ladre. A todos estos, tachados de pringados en secreto, esa puerta cerrada les permite acercarse o alejarse, dudar, que «el mundo está como está por causa de las certezas» (grande Drexler).
Vivir lejos de ese circo, a la larga, es una suerte. Libera de la condena de la lealtad. Ninguna esclavitud mayor que la gratitud a un miserable. Más que candidato, cuando tengan algo parecido a un proyecto de ciudad, a propuestas para captar ilusión y respaldo entre los que no son «los suyos», que vuelvan.
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