Toque de queda en Ferrari
Domenicali, el jefe de los italianos, exige una «reacción inmediata» a su equipo tras el duodécimo puesto de Alonso y el octavo de Massa El piloto español explicó que «esta vez no he cometido ningún error»
ESTAMBUL. Actualizado: GuardarExpuesto al juicio sumarísimo cada fin de semana, como si retratase en la F-1 la bronca de lunes que provoca cada partido del Madrid o del Barça, Ferrari vive, por su leyenda y su aura, en el corto plazo. Es la ley no escrita que rige para el coloso. Para lo bueno y lo malo, cada suceso genera una digestión por la tremenda. Alonso y Massa cabalgaron ayer tan lejos de su hábitat natural, de la historia del equipo (el español saldrá duodécimo; el brasileño, octavo) que, de improviso, antes de que la carrera de Turquía exponga que la escudería afloja, el jefe sacó el látigo. Stéfano Domenicali exigió a media tarde, con la cabeza todavía caliente por el mal resultado, una «reacción inmediata» de todos los integrantes.
Lo que empezó como un cuento de hadas -Alonso diciendo que era el mejor coche que había conducido en su vida, que no el mejor de la parrilla en 2010, la victoria y el liderato en Bahréin- se ha convertido por mor de la competencia brutal de la F-1 y la habilidad de sus ingenieros adversarios en un dolor de cabeza.
El nudo gordiano reside en las expectativas, como cuando uno va a al cine porque las críticas ponen la película por las nubes y luego sale con el sinsabor de la botella media vacía. Alonso fichó por la escuderia italiana y, empezando por la propia y lógica ilusión del piloto, se contagió una cadena que, inconscientemente, hizo pensar a muchos que el título se ganaba sin bajar del autobús.
Llegó Adrian Newey, el 'factótum' aeronáutico de Red Bull, y rápidamente decretó el final de la abundancia. Los energéticos han tomado el Mundial al asalto con sus coches galácticos (siete de siete 'poles', tres victorias de seis posibles) y han relegado a los demás.
Alonso, que vive en la felicidad de su entrega total a Ferrari, ha enseñado este año otro perfil. Al menos, en tres ocasiones entonó el mea culpa. Descargó sobre sí la responsabilidad de los fallos en Malasia (por los cálculos errados de lluvia), en China (por la salida en falso antes del semáforo) y en Mónaco (golpe contra la valla en los libres del viernes). En Italia le zarandearon. En España se le disculpó más. Pero ayer, el asturiano no se atribuyó ninguna culpa. Vino a decir que el coche no daba más.
«No teníamos suficiente velocidad y esta vez no he cometido ningún error», explicó el piloto. «Por más que hubiera dado diez vueltas seguidas con neumáticos blandos no hubiera mejorado los tiempos», añadió.
Fue un día negro para Alonso, que nunca mostró velocidad con su Ferrari para arrimarse a los mejores. Y había cuatro coches superiores: los inevitables Red Bull, el mejorado McLaren, el constante Mercedes y el sorprendente Renault que Kubica y Petrov condujeron con pericia.
Alonso fue eliminado en la Q2 (segunda ronda) y Massa pasó con algo más de holgura a la Q3 (ronda final de 10), pero sin alardes. Los Ferrari se han quedado rezagados en Turquía respecto a sus rivales y hoy la remontada de Alonso se antoja problemática.
Reaccionar
«Tenemos que reaccionar inmediatamente, empezando por la carrera (de ayer) -dijo Domenicali-. Debemos acelerar el desarrollo del coche para ser competitivos en la mayor parte de los circuitos. Tenemos que ser honestos y admitir que no hemos estado a la altura de las expectativas. Massa dio el máximo y Fernando no hizo una Q2 perfecta. No son las posiciones en las que nos gustaría celebrar el 800 gran premio de nuestra escudería».
Alonso emplaza al final del Mundial cuando el pesimismo invade el entorno: «El Mundial son 19 carreras y no podemos dejarnos invadir por el ambiente pesimista. No sé que pensarán entonces nuestros rivales, los que no tienen 75 puntos como nosotros».