Monarquías
Quedan en Europa nueve monarquías y a la gente no parece molestarle lo que simbolizan
Actualizado: GuardarV i por casualidad la puesta en escena de Isabel II en la inauguración de la nueva legislatura en el Reino Unido. La legislatura de la austeridad, la han llamado. Pero bueno, lo que a mí más me llamó la atención fue la impresionante corona que llevaba la reina sobre la cabeza. ¡Qué pasada! Verán, la llamada «Corona del Estado Imperial» (sólo una más de las muchas que atesora la familia), está formada por 2.868 diamantes, 273 perlas, 17 zafiros, 11 esmeraldas, y 5 rubíes. Pesa casi un kilo y no tiene precio. En fin, la ceremonia tuvo una solemnidad y un boato obsoleto y en cierto modo impropio de esta época. Como dice Enric González en sus «Historias de Londres», «la exhibición del lujo más obsceno y el protocolo más fantasioso constituyen uno de los signos de identidad de los 'royals'». Pero, por otro lado, eso parece ser del agrado de la mayoría de sus ciudadanos. Allí, nunca pasaría lo que pasó aquí el martes: que un concejal gritara «monarquía asesina» y cosas así, al paso de los príncipes. De todas formas, esto de las monarquías ya empieza a verse, creo yo, como un atavismo caprichoso, pasado de moda y tirando a kitsch. Además de ser una institución muy cuestionable desde un punto de vista estrictamente democrático. Sin embargo, aún quedan nueve monarquías en Europa, contando el principado de Mónaco y el gran ducado de Luxemburgo, y a la gente no parece molestarle lo que simbolizan. Tendemos a admirar a los reyes como la personificación de un poder majestuoso y de origen divino. Si lo piensas, es increíble. Por otro lado, siempre ha habido reyes, claro. Como si fuera una cosa del orden natural. Algo que no debiera cuestionarse. ¿Cuestionar la monarquía? ¡Huy!, no. Qué dices. Aunque, en el fondo, es inútil disimular: los reyes ya no son lo que eran. Claro que el pueblo (parte del pueblo omnímodo y plebeyo) los aclama todavía. Pero ya no es lo mismo. Las monarquías han perdido mucho. Se están devaluando. Y habría que hacer algo antes de que sea tarde. Hace unos años me hizo gracia la noticia de que un grupo de parlamentarios daneses propugnara la privatización de la familia real de su país. Sé que suena raro, pero quizá no sea una mala idea. Al fin y al cabo, si por algo nos caracterizamos en este curioso (y furioso) país es por denostar y tratar de destruir todo lo público, empezando por la sanidad y siguiendo por la educación. Desde esa lógica, la casa real corre peligro. Estoy convencido de que como empresa privada podría tener mucho más éxito. ¿Qué opinan? El encanto de las princesas es un activo importante y podría aprovecharse como reclamo publicitario. Las princesas son algo muy especial. Estoy seguro de que obtendrían unos beneficios impresionantes. Cotizarían en bolsa y todos sus adeptos podrían convertirse en accionistas. Es una idea para el futuro. Ahí queda.