MIS RECUERDOS
Sólo nos queda esperar que el año pase pronto, y mientras lo hacemos, evocar los mejores momentos de lo que hemos vivido
Actualizado: GuardarLa romería de 2010 es ya sólo un recuerdo. Una sevillana cantada bajito, una guitarra profunda, un tamboril, un cohete... Sólo nos queda esperar que el año pase pronto, y mientras lo hacemos, recordar los mejores momentos de lo que hemos vivido este año. Yo tengo varios que me llevo en el corazón. Ojalá mi garganta tuviera temple de campana para haberle cantado a mi compadre Chico como le cantó Ángel Rodríguez Aguilocho cuando entró, para sorpresa de casi todos, el domingo por la tarde en la que desde siempre y para siempre es su casa, la de la esquina de Bellavista con Muñoz y Pavón. Ojalá supiera la letra de mil sevillanas para haberle podido hacer el viaje más ameno, para agrandarle el corazón que ya de por sí no le cabe en el pecho.
Me quedo con mi hermano Paco Holgado dejándome la batería de su coche, y su coche su fuera preciso, para poder escribir con tino todas las crónicas en un camino del Rocío que, gracias a Dios, y que así sea siempre, no entiende de baterías ni de coberturas. Me quedo con su cariño, con su amistad, con su predisposición siempre. Recuerdo a mi próximo hermano en la fe Angelito, el que aprendió a tocar la guitarra en youtube, el de la discografía completa de los Romeros de la Puebla, el líder natural de una peña que cada que pasa más se parece a una familia.
Me quedo con Olga y con Elvira, dos bellezas siempre, dos pedazos de pan que han aguantado las bromas de este que ahora les escribe. Con la sabiduría de Pedro, con los cantes antiguos de Pilar. Les hablo de Gloria, de Rocío o de Manolo, o de los pseudoperegrinos que han querido andar hasta la Aldea para evitar un artículo que era inevitable.
Me llevo en el corazón las sevillanas de Carmelo, un sanluqueño con quejío imposible amigo de un buen amigo, David Montes. También recuerdo que es el primer Rocío que no hablo de muertos con Enrique o Herminia, pese a que este año mira si hemos tenido motivos para hacerlo. Siempre recordaré las ocurrencias de Joaquín Vallejo, y a los amigos de la Peña Malandar, que consiguen que quien entre por las puertas de su casa olvide por un momento incluso el nombre de su propia peña. Recordaré siempre la cerveza con Dioni, Mané y Diego en el Cerro de los Ansares, el trabajo esforzado de Jesús Lineros, las ocurrencias de Litri, siempre dispuesto a pelear con el que sea.
Aprendí de Salvador que para ser un buen rociero lo principal es el buen humor, el talante siempre abierto y distendido. Todavía lloro con las sevillanas de Senderos, con la entrega de un marido a su esposa de una medalla cuando el camino tocaba a su fin llorando de felicidad.
Recuerdo emocionado la misa en Marismillas, y las lágrimas de mi compañero y sin embargo amigo Andrés Cañadas cuando recibimos la noticia del fallecimiento de Pepe Antonio. Quizá él supiera antes que nadie que eso era un milagro de la Virgen, como milagro fue que la Señora pasara por la puerta de Jerez a la misma hora que Pepe falleció. Quizá él lo supiera, y nunca escribirá una página más bonita del Rocío que la que compusieron sus lágrimas.
De todos he aprendido. A todos he intentado hacer feliz. Con todos, he vivido la fe en la Virgen, en la Virgen del Rocío. Y creí que era de ley, de justicia, que todos ustedes lo supieran. Gente con la que merece la pena caminar cualquier camino. Pero si encima este sendero es el que te lleva al Rocío...