Sociedad

Los toros de Cuadri ofrecen una vibrante y espectacular corrida

Oficio seguro de López Chaves e interesantes trabajos de David Mora en una tarde veraniega en Las Ventas

MADRID. Actualizado: Guardar
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Bregaron con valor, categoría y criterio Raúl Cervantes y Rafael González. El uno lidió al tercero; el otro, al sexto. Los dos, además, banderillearon con acierto y tuvieron que saludar. Luis Mariscal le puso al quinto un par extraordinario y saludó montera en mano.

La corrida de los Cuadri fue espléndida: cuajo y trapío despampanantes. Ovaciones sonadas para primero, tercero y quinto en el arrastre. La expectación se mantuvo viva de principio a fin, porque, como todas las bravas, fue corrida muy celebrada. Las mutaciones y transiciones resultaron, de otra manera, tan espectaculares como el propio cuajo de la corrida entera, que superó la media de los 600 kilos.

Pudieron con los kilos los seis. Naturalmente, ni la movilidad ni el estilo ni el son fueron los mismos, pero la casta -bravura, nobleza, mayúscula seriedad- fue nota común. Un castaño lombardo que se jugó de quinto fue toro preferido de no pocos: de ese público de los domingos de San Isidro que es torista sin saberlo, pero también de los toristas de diario.

Ese quinto, frenado de salida y la cara arriba en distintas bazas de capa, caballo, banderillas y muleta, fue más violento que bravo. Pero hay toros que le llegan desde la pasarela al vecino de la última andanada. Privilegio de los temperamentales.

La calidad y la bravura de fondo y sin mácula la pusieron el primero y el tercero. El cuarto fue el más grande de lo que va de feria: 654 kilos. Parecían más. Casi playero, en línea más Conde de la Corte que en el cruce puro de Cuadri. Un toro encastado, y lo dejó probado con su fiera pelea en varas, de irregular pero humillada embestida, de mucha duración y que hizo una cosa rara: olisquear de salida sin escarbar. Sólo que al final se echó una escarbadita. Tuvo su ritmo y Chaves lo manejó sin agobios. Ideas claras, sangre fría cuando el toro parecía tomarle la medida con la mirada. Un metisaca que abrió un ojal en la piel y una estocada atravesada. Se vio a Chaves preparado y capaz.

El sexto amenazó derrumbe. No cundió la protesta y acertó el palco al mantener en el ruedo al toro, que tuvo su son también. Con la diestra le pegó dos tandas cadenciosas David Mora. Y a pies juntos un par de dibujos muy hermosos, verticales, acompasados. La faena fue, sin embargo, desigual. Se decía antes: «sin plan». Siete pinchazos, un aviso, un descabello. Aunque noble, el segundo de corrida fue tardo. A Salvador Cortés le gustó el toro, pero se precipitó al traerlo de largo sin más cata.