TODOS ESTABAN ALLÍ
Actualizado: GuardarHe vuelto a Madrid por unos días. La ciudad, de la que nunca me he ido del todo, custodiaba un divino techo azul y un alboroto de mil demonios. Los alrededores del Bernabéu eran como una feria de pueblo. Corte y cortijo. Como dice la gente, no cabía ni un alfiler. ¿Quién sería el primero al que se le ocurrió la repetida metáfora? Descartado el sastre del señor Camps, ya que la estoy oyendo desde mucho antes de que nacieran las Comunidades, habrá que indagar en los libros de Iribarren y de mi amigo Nestor Luján. Lo haré cuando tenga tiempo. De momento mi curiosidad más perentoria era saber si todos los que estaban allí eran ricos.
Cuatro entradas para presenciar la final de la Champions se vendían por 6.000 euros. Ese era su precio, tan ilegal como oficial. Había italianos y alemanes, todos jubilosos. También había perros, pero éstos estupendamente educados. No daban ni un ruido, pero estaban alerta por si los partidarios se exaltaban en demasía.
-Menos mal que no ha quedado finalista un equipo inglés-, me dijo alguien.
La célebre flema británica se desmiente en el fútbol. Las hordas partidarias baten las altas plusmarcas de destrozo de mobiliario urbano. Cogen unas castañas enormes, no se sabe si para alegrarse o para olvidar. Según el resultado. Yo tampoco lo sé mientras escribo. Me tuve que volver antes, pero lo que me interesaría saber es si toda aquella ávida muchedumbre estaba compuesta por ricos. Me está haciendo un lío nuestro Gobierno con su clasificación mientras la UE eleva las sanciones a los países que superen los límites de deudas y déficit. Quizá la sociología no tenga nada que ver con la sociedad, pero Madrid era una fiesta y estaban tirando la desmantelada casa por la ventana. No sé si salvaremos el euro, pero el éxito de la Champions está asegurado. Los ricos son ricos y los pobres son ahorradores.