El riesgo de ser sanitario
Al menor fallo que comete se le puede caer el pelo
JEREZ. Actualizado: GuardarCon motivo de las frecuentes denuncias que en relación a la praxis médica aparecen en los medios informativos, hace unos días comentaba con un compañero especialista en U.C.I. que se podía escribir todo un compendio sobre los supuestos errores o negligencias por parte de la clase médica, cuyo origen, causas y efectos decía son en un gran porcentaje más propios del sistema sanitario que del profesional en sí. Y eran tan aplastantes y coherentes sus argumentos en defensa de este asunto, que sus exposiciones y el peso de sus razonamientos hacían inclinarse el fiel de la balanza a favor del personal sanitario, eximiéndolo de culpa en la mayoría de las demandas judiciales en las que se ven implicados.
La mayoría de los profesionales -decía con sarcasmo- ejercemos por vocación, aquí no ocurre como en política, a la que se llega más por ambición que por devoción, por lo que somos incomparables. Es más frecuente estar en política por oportunismos o enchufismo, que por profesionalismo ya que son muchos los privilegios que otorga el carné, hasta el extremo que, llegado el momento de las responsabilidades las reclamaciones han de hacerse directamente al maestro armero. Sin embargo, a nosotros se nos demanda y publica tal si fuéramos unos delincuentes.
Este es el trato que sufre el sanitario, el que al menor fallo que comete se le puede caer el poco pelo que le ha quedado tras los muchos años de sufrida profesión.
Guardias
Ser profesional de la medicina y tener que hacer frente a dos o tres guardias a la semana de 24 horas, tiene inherente más probabilidades de riesgo que las que asume un bombero en la Gran Manzana; no digamos si éste profesional es cirujano general o ejerce la cirugía reparadora o estética.
La profesión es tan variada y compleja que hay que tratarla de manera especializada y con el rigor que se requiere, analizando cada caso, concretando las características de la patología, y un sinfín de circunstancias más que han de darse simultáneamente para que se obtenga el éxito como colofón. Que de fallar tan solo uno de los factores, llevara al fracaso la intervención mejor efectuada, arrastrando con todo ello al más afamado y virtuoso de los especialistas.
Como sabemos, la medicina no es una ciencia exacta, por lo que dos más dos no siempre son cuatro y en cirugía aún menos. El cirujano, a pesar de su ojo clínico, anamnesis, pruebas de diagnóstico, etc. nunca las tiene todas consigo, por lo que suele afrontar su trabajo en el quirófano con las debidas reservas, porque los muchos años de profesión le han enseñado a ser extremadamente precavido. Los cirujanos son los mecánicos del cuerpo, la mayoría de las veces su trabajo es de fontanería especializada: abrir, encontrar la vería y repararla, con la diferencia de que la reparación no está efectuada en la pared, sino en el cuerpo de una persona, con lo que esto supone. Mientras que el mecánico, una vez abierto el bloque del motor llama al dueño del coche para que observe la avería, advirtiéndole que ha aparecido un imprevisto, el que una vez abierto hay que afrontar, el cirujano aún teniendo el consentimiento del enfermo o de los familiares para la determinada intervención, actuará sobre las restantes aparecidas al dictado de su profesionalismo, habida cuenta de que el paciente se encuentra bajo el efecto de la anestesia general, entubación, monitorización. por lo que el tiempo juega un factor primordial. Consciente de que lo que hace irá a favor de la salud del paciente y de su total recuperación, concluirá la operación convencido de haber actuado con absoluto acierto y responsabilidad.
Demandas
Como decíamos al principio, las demandas de responsabilidad civil que con frecuencia aparecen en los medios contra los profesionales de la medicina, presentan en su redacción una gran falta de conocimientos del medio sanitario y de las razones deontológicas, éticas, morales y hasta estéticas por las que se rigen los cirujanos y obran en consecuencia. Lo mismo que en otras profesiones, en medicina también se cometen fallos pero la mayoría, a pesar de tener la eximente de ser errores humanos, son calificados como garrafales por los pacientes y a tal efecto denunciados, generalmente porque el resultado no ha sido estéticamente de su gusto. A lo largo y ancho de la historia de la medicina las intervenciones se han efectuado con el fin de que el paciente recobre la funcionalidad orgánica y con ello la salud, quedando en un segundo lugar la apariencia estética; bien es cierto, que lo ideal es que el enfermo sane y no se advierta la reparación, pero el paciente debe saber que en medicina como en otros aspectos de la vida, siempre hay que dar algo a cambio, por lo que la huella debe de aceptarse quedando en un segundo plano. No obstante, contamos con la importante ayuda de las especialidades estéticas y reparadoras que hacen todo lo posible para que la secuela sea inapreciable. Pero actualmente ante la falta de asunción, los juzgados están llenos de demandas contra la profesión médica, porque todo el mundo quiere salir inmaculado del quirófano. Con estos mimbres, el sanitario que ha ido asumiendo sus riesgos, cubriéndose las espaldas con un buen seguro, ve cómo las aseguradoras elevan cada año el coste de las pólizas, por lo que se cierran consultas cesando las actividades particulares. Pero la guerra continúa, no habiendo profesional de la sanidad que no sienta sobre su cabeza la espada de Damocles; y esto es sin hacer referencia a los riesgos que conllevan las consultas ambulatorias, los insultos y las agresiones a los que se está expuesto, sobre todo las nocturnas de los fines de semana para las que ya hay quien se está pensando solicitar licencia de armas.