Las hermandades de la provincia cumplen su sueño marismeño
Vivas y lágrimas protagonizaron la entrada de los romeros que se postraron ayer ante la Virgen
Actualizado: GuardarA siete kilómetros. A esa distancia se encontraban los romeros gaditanos ayer viernes cuando despertaban tras pasar la noche en la zona del Aguaperal. Las velas que se colocan delante de la carreta, con mucha cera derretida, quizás por aguantar hasta el último momento de su luz para acompañar a los hermanos que durante la noche anterior velaron el Simpecado marinero de Cádiz. La noche tuvo una circunstancia desagradable, el carrero del Simpecado, José Luis Pérez se cortó en uno de sus dedos cuando se disponía a desabrochar el amarre de los mulos.
A las 10 horas tenía lugar la celebración de la Santa Misa oficiada por el director espiritual de la hermandad de Cádiz, Oscar González Esparragosa, quien no dudó en incorporarse a la comitiva gaditana en la mañana del Viernes para acompañar el discurrir de los últimos tramos del camino de los rocieros gaditanos.
Junto al Simpecado gaditano se encontraba una nutrida representación de hermanos de Puerto Real. Se desarrolló la Eucarística en el marco incomparable de Doñana. Eucaliptos, sol en todo lo alto y la arena propia del camino, constituían el templo rociero de celebración para la Santa Misa. Durante una hora, se prolongó y dio paso posteriormente a un sinfín de plegarias en forma de sevillanas a la Virgen del Rocío.
En torno las 12 del mediodía se precedía a celebrar el rezo del Ángelus para dar paso a la celebración de los bautizos de aquellos romeros que por primera vez realizaban el camino con la hermandad de Cádiz. Era el Hermano Mayor, Manuel Montaño quien, acompañado por miembros de su junta de gobierno, realizaba el peculiar ritual de derramar vino sobre la cabeza del romero, rociarlo de sal y posteriormente pronunciar el nombre elegido por los padrinos del bautizado. Estos últimos son los que dan fe de la celebración de uno de los rituales mas significativos y característicos de la romería del Rocío.
A las 12.30 horas se colocaba de nuevo la caravana en los surcos del camino para emprender la marcha hacia la aldea. Conforme se iban acercando entre los pinares, se divisaban las primeras casas de la aldea y, entre todas, se levantaba la espadalla de la Ermita de la Virgen del Rocío por la que durante cuatro duros días de camino los romeros de Cádiz han peregrinado cargados de peticiones. La carreta entraba en la zona de Canaliega donde ya la poca vegetación hacía más visible la aldea al completo. Tras una media hora de ritmo constante de camino, se disponían para realizar la última parada del camino.
Antes de entrar definitivamente en la aldea los romeros aprovechaban para almorzar y compartir las viandas que iban quedando.
Por el recorrido, establecido hasta llegar a la casa hermandad, por las calles Baltasar Tercero eran saludados por los romeros de San Fernando y Valencia. Seguidamente, y por la calle Muñoz y Pavón, se adentraban en la Plaza Mayor los gaditanos que entraban en la aldea anunciando a la brisa marismeña que Cádiz llegaba a la aldea. Las campanas dejaban de sonar para dar paso a la Salve que pondría el punto y final al camino de ida. A los vivas del Hermano Mayor, se desataban las pasiones de los romeros gaditanos que tras dejar su Simpecado en la capilla de la casa de hermandad marchaban satisfechos para postrarse ante la reja de la Patrona de Almonte.