«La literatura me salvó de pegarme un tiro», asegura Hernán Rivera Letelier
«He creado un Cristo humano y risueño, al que no dejarían entrar en el Vaticano», dice el escrito ganador del último Alfaguara
MADRID. Actualizado: Guardar«Sabía que mi futuro no estaba en el trabajo manual, que algún día podría vivir de mis poemas, cuentos y novelas; pero tuve que pasar casi treinta años oscuros en un trabajo de mierda, con un sueldo miserable, y con la responsabilidad de alimentar a mi familia». Así resume su trayectoria de esforzado minero a reputado escritor el chileno Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950). Es el ganador del último premio Alfaguara -casi 150.000 euros que recoge hoy- gracias a 'El arte de la resurrección», que llega ahora al lector. Novela Letelier la peripecia de Domingo Zárate Vera, El Cristo de Elqui, un iluminado «analfabeto y brillantísimo orador» que recorrió Chile de punta a cabo «más de 40 veces» a mediados del siglo XX y que forma parte de la memoria colectiva de su país. Un Cristo recreado a «imagen y semejanza» del escritor, «más humano, rijoso y risueño que el bíblico» y que era ya personaje secundario en sus novelas anteriores.
Recurre Rivera Letelier al humor para contar la durísima vida del desierto de Atacama que tan bien conoce y que está en «la raíz de todo lo que he escrito». Es el paraje más árido de la tierra donde Rivera Letelier paso 45 años y trabajó duro, «muy duro, mientras escribía unos poemas que acabaron convirtiéndose primero en cuetos y luego en novelas». «La literatura me salvó de pegarme un tiro», dice risueño este escritor de rostro adusto y curtido, surcado por las huellas del implacable clima desértico. «Viví en unas condiciones durísimas: participé en huelgas, marchas de trabajadores y comí de ollas comunitarias. Trabajé en condiciones infernales para alimentar a mi familia» recuerda. «Pero ese mismo desierto que atrapó y acabó con tantas vidas, a mí me dio la plena libertad» se felicita hoy.
«Sólo en un lugar así se puede sentir la plenitud de la libertad. Yo soy el desierto. Me enseñó todo lo que sé. Me mostró la riqueza y las miserias de la vida humana, la intensidad del silencio y de la soledad», resume.
El premio del Consejo Nacional del Libro chileno que ganó en 1994 lanzó lo liberó de al esclavitud laboral y lanzó su carrera. «La vida me dio una vuelta de carnero. Me he convertido en el hombre más feliz del mundo. Hago lo que me gusta, vivo de esto y lo gozo», señalaba en su visita a España.