El diestro, en una corrida en Las Ventas en 2008. :: LA VOZ
Sociedad

Infortunio para de Justo

Doce pinchazos arriba, tres descabellos y tres avisos tras una faena de emoción con un toro de Los Bayones

MADRID. Actualizado: Guardar
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Abrió un torote acochinado de Los Bayones que, escarbador y al trote cochinero de partida, empezó a meter la cara enseguida, a hacerlo con esa densa docilidad que tiene a veces el toro atanasio y que se acabó dejando porque repitió y tuvo bondad. Quiso medio rajarse, pero no del todo, y hasta en las rayas, apuntando a las tablas, se empleó con su son boyancón, muy noble. En los medios, donde se descaró Gabriel Picazo, el toro tuvo más expresión que en las rayas. La muleta al hocico, más o menos templadas las repeticiones tan al trantrán, algo rácana la apuesta de Picazo porque el toro tragaba no con cuatro de tanda sino con cinco y con seis. O eso parecía. Por la mano derecha. Por la otra protestaba un poquito.

Pero el viaje humillado invitaba a confiarse. Y se sintió a gusto Picazo, que midió mal el terreno y el modo de matar. De un pinchazo entre rayas y sin jugar el engaño salió tropezado por el pecho y herido en una mano. Con un tendón rotó toreó Picazo al segundo de lote. El pinchazo hondo acabó siendo por arte de birlibirloque una estocada honda.

El segundo de corrida, muy ofensivo, astifino, acodado y armado por delante, tuvo serio cuajo. Levantado casi hasta el fin, engallado el porte, fue de los de pesar. No kilos: sino de venderse caro. De salida se vino al pecho de Emilio de Justo dos veces sin atender al engaño. El arranque fue en falso. Sería por algún mal manejo. Una punta marcada de fiereza latente.

No fue sencillo ni estarle ni andarle: tres desarmes durante la lidia. Pero era toro codicioso y no probón. Vino por abajo casi todas las veces. Imponía su postura, tan campanuda. Y el ritmo seguro pero torrencial de sus repeticiones. No costaba tanto pegarle un primer muletazo como el segundo, y no tanto el segundo como el tercero. Cada embestida era un escalofrío. Emilio de Justo se sujetó bien. Los nervios, primero. Los pies también.

Doce pinchazos

Faena de buena cabeza. Se dejó a deber la tanda que reventara al toro del todo, la que lo hiciera romper, descolgar, rebosarse y entregarse. Muletazos templados en tandas de dos enganchados de verdad pero ya menor el compromiso en un tercero. Por tanto, trabajo de gran tensión, muy atendido y celebrado en sus momentos redondos: una serie con la izquierda. Con el ambiente caliente, a Emilo le falló el arma que raramente le falla: la espada. En Madrid ha matado unos cuantos novillos y toros de estocadas soberbias. Y, sin embargo, se encogió el brazo en esta baza. Doce pinchazos, los doce arriba, pero sin empujar ni terminar de pasar. Fue desalentador, perdió la fe el torero de Cáceres. Un primer aviso antes de entrar a matar por primera vez; un segundo tras el sexto pinchazo; el tercero tras un tercer intento con el descabello. Un borrón.

Tercero y cuarto fueron de José Luis Pereda. El tercero se revolvió en un palmo, atizaba por las dos manos con algo de genio y acabó topando con aire pecorino. Firme y honrado Israel Lancho, que reaparecía en Madrid un año después de aquella gravísima cornada de San Isidro. El cuarto empujó lo justo y no más, pero se dejó más de lo prometido. Fue más que manejable. De nuevo Picazo decidido, templado pero no en todas las bazas. Más convencido de pase en pase. Se atrevió, a toro parado, con circulares impropios y sin asiento. Largo trajín. Un pinchazo, una estocada, un descabello.

El golpe de los tres avisos lo acusó Emilio en su segundo turno. De nuevo en escena un toro de Los Bayones, hondo, remangado y astifino pero no cornalón. Que de partida se le vino en acostones pero ya no más. Andarín, pero humillando en los viales, enganchó telas una vez y otra. No dio con el sitio el torero extremeño. Pero esta vez, al segundo viaje, agarró Emilio una impecable estocada por el hoyo de las agujas. La que, tres toros antes, le habría cambiado el signo de la feria.

Ofensivo, pero bien rematado, largo y bajo, el sexto galopó de salida pero estaba por saltar: las dos cosas. ,colgado, que consentía, pero sin inercia. Una estocada.