Sociedad

El Juli firma una rigurosa y poderosa faena en San Isidro

MADRID. Actualizado: Guardar
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Castaño, corto, acarnerado pero aleonado, astifino, puro nervio, el primer toro de Garcigrande fue el único de los seis de corrida con vida y fondo suficientes. Lo toreó con autoridad, rigor, ritmo, temple y caro carácter El Juli, que es, de siempre, torero generoso con los toros . Para lucir muy intencionadamente a éste, por ejemplo. Tres lances de cata y, sin más, cinco verónicas de rico pero seco dibujo. El remate de media frontal a pies juntos fue puro garbo.

Suelto, con pies el toro, que escarbó dos veces antes de la primera vara y también suelto se salió de ella. El Juli dibujó un quite de tres apretadas chicuelinas. Media primorosa a compás abierto para abrochar. Y una punta de capote soltada para fijar al toro, que volvió a escarbar antes de la segunda vara. Al salir de esta segunda, arrolló a Álvaro Montes, que bregaba. El percance, sin consecuencias, lo resolvieron El Juli y su gente con su calma habitual. Aunque el toro cortaba o apenas obedecía por la mano izquierda, El Juli apostó por él. Ni las escarbaduras, ni el gateo gazapón al venirse por la mano izquierda, ni cierta resistencia engañosa de toro encastado.

Le sirvió el toro a El Juli, que lo toreó casi en un palmo. En el tercio de sol y sombra, casi frente al portón de Madrid. Ahí fue la faena entera. Sin contar seis lindos muletazos de tanteo entre rayas y en sombra, y dos tandas con la diestra casi en los medios, anuncio de lo que venía: una faena de gran rapidez de ideas y, por tanto, muy resuelta; de poder y mano baja porque, algo crudo, el toro renegaba en el cuarto muletazo de serie obligado y por abajo.

Un acostón por la izquierda en un remate de pecho. No importó. Tampoco que los reventadores tiraran de repertorio. Menos agresivamente que otras veces. Con parecida reticencia.

El Juli arrastró consigo a la inmensa mayoría, pues, ligada y segura, la faena rompió en seguida y se mantuvo en tensión constante. Parece que El Juli hizo cuestión de honor el meter en vereda al toro por la mano izquierda. Cuando ya estaba sentenciada y firmada la pelea, El Juli sorprendió con una última tanda de tres en redondo, que fue la guinda del pastel, y un cambio de mano por delante para pegar un natural de romper y el de pecho.