En el cortijo global
Se dice que Zapatero se ha reinventado a sí mismo, pero es el de siempre, aunque ahora se le nota
Actualizado: GuardarUna de las grandes mentiras del economicismo estrecho en que se desenvuelve el pensamiento político consiste en hacernos creer que los mecanismos de la economía son complejos y de una sola dirección. A esa premisa responde la urgencia con que se acuciaba al presidente del Gobierno para que tomara ya «las medidas que hay que tomar», advirtiéndole de que se acababa el tiempo para «hacer lo que hay que hacer», como si no hubiera elección. Complejidad hay poca, porque en un país que se empobrece de repente sucede lo mismo que en esas ricas familias de los cortijos venidas a menos con todos sus personajes. Las soluciones, una vez asumida la proximidad de la bancarrota, son al menos dos.
Para evitar la quiebra, hay que disminuir los gastos y aumentar los ingresos. Se puede lograr si el patriarca del cortijo renuncia a uno de sus dos coches, la señorona vende algunos diamantes y las hijas malcriadas aceptan la inclemencia innoble de trabajar con las uñas cortas. En cuanto al hijo paralítico y la abuela, habrá que seguir cuidando de ellos, labor a cargo del personal de servicio, que contribuye al sacrificio general renunciando a una subida de sueldo.
La segunda posibilidad consiste en que el patriarca, la señorona y las niñas sigan viviendo como si nada hubiera ocurrido. Al fin y al cabo, la aristocracia nació sabiendo que su prosapia la hace invulnerable a la desdicha vulgar, la del dinero. Al hijo paralítico se le encierra en el chamizo, al personal de servicio se le baja el sueldo y a la abuela. La abuela que se joda sin su gin-tonic vespertino: se le congela la paga. Trasladado a términos macroeconómicos, la primera opción se hubiera correspondido con la recuperación del impuesto del patrimonio -que superaría en millones recaudados a lo que se obtendrá de congelar las pensiones- y el aumento de la fiscalidad sobre los beneficios especulativos de la Bolsa o de esos bancos y cajas a los que esperan calentitos los 90.000 millones del FROB. La segunda opción es la elegida por Zapatero.
Se asegura que se ha reinventado a sí mismo, pero es el de siempre, aunque ahora se le nota: fue él quien eliminó el impuesto de Patrimonio y rebajó el tipo máximo del IRPF para favorecer a las rentas más altas; fue él quien subió el IVA y los impuestos especiales, que afectan por igual al dueño del cortijo y al mozo de cuadras. Todos los esfuerzos del presidente se concentran en tranquilizar a los mercados. Y debemos agradecérselo, porque la aristocracia del dinero es nueva, pero se mueve por los viejos impulsos de siempre: cuando pierde los nervios, dispara a la milana bonita del más desgraciado.