Zapatero, ¿tocado o hundido?
Los ministros y la dirección del PSOE secundan el recorte, pero las bases se sienten defraudadasEl presidente del Gobierno pasó un momento difícil, pero sabía que debía mandar «un mensaje claro de sacrificio duro, sin paños calientes»
Actualizado: GuardarFue Nicolas Sarkozy quien dio en la tecla para que José Luis Rodríguez Zapatero pasara en tan sólo 72 horas de afirmar que había «motivos para la confianza» y que nada justificaba un ajuste «drástico» del gasto público a acometer el recorte más draconiano vivido nunca en España. Y fue en Bruselas, el viernes 7 de mayo, durante una entrevista previa a la cita de líderes del Eurogrupo. Fuentes cercanas a Zapatero aseguran que el presidente francés le anunció que iba a meter tijera al gasto público y de manera elocuente hizo ver a su interlocutor que tendría que hacer lo propio. ¿Por qué el jefe del Ejecutivo optó por hacer pedazos el discurso sobre el que había articulado toda su gestión de la crisis sacrificando a los «menos favorecidos»? Porque, según él mismo explicó a los barones autonómicos del PSOE, no había de dónde más sacar.
La decisión de aparcar los argumentos que había defendido con vehemencia en contra de una reducción más acelerada del déficit -11,2% en 2009- fue tan repentina y perentoria que exigía una solución a muy corto plazo. El capítulo uno de los Presupuestos del Estado es el de mayor volumen económico y el que más fácilmente podía dar respuesta al castigo sin piedad de los mercados. En el PSOE admiten que lo ideal habría sido no tener que llegar a este punto, pero acusan también de ceguera a la Unión Europea. «Si Angela Merkel, Sarkozy y la UE hubieran acordado hace un mes el rescate a Grecia los incentivos especulativos habrían desaparecido, pero la canciller alemana estuvo zascandileando por temor a las elecciones regionales en su país y la situación se volvió crítica», argumentan.
La pirueta de 180 grados, radical e inesperada, apenas ha encontrado resistencia en el Gobierno y en el PSOE. Al menos, en sus altos niveles. Otra cosa son los soldados rasos, los diputados. Entre ellos sí se ha creado una «crisis de confianza». «Hay -confiesa un portavoz de comisión- una decepción muy grande con los de arriba, que han consentido que se recurra sin más a una opción cortoplacista en la que los sacrificios no están bien repartidos». Y también hay escepticismo. «Que nadie crea que con esto se arreglan las cosas. Este Gobierno renunció desde el principio a tener un programa económico propio y optó por vivir de las rentas. Hemos perdido cuatro años sin reformas y vamos a perder otros cuatro para crecer», remarca un diputado con reconocida formación económica.
Son voces críticas que no encuentran eco en la dirección del partido. Zapatero es, y todo indica que seguirá siendo, el líder socialista con menor contestación interna. Haga lo que haga. Ni uno solo de los asistentes a la reunión de 'maitines' celebrada el lunes en la Moncloa y en la que informó del recorte -la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega; el vicepresidente tercero, Manuel Chaves; el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; el vicesecretario general del PSOE, José Blanco; la secretaria de Organización, Leire Pajín y el portavoz parlamentario, José Antonio Alonso-, nadie puso pegas a que se congelaran pensiones o se bajara el sueldo a los funcionarios. «Nadie llevó la contraria al presidente», afirman fuentes presentes en aquel encuentro.
A esa cita faltó la vicepresidenta económica, Elena Salgado, llegada a las siete de la mañana de la reunión del Ecofin en la que, bajo su presidencia, se había acordado la creación del Mecanismo Europeo de Estabilización. El domingo que vivió la ministra de Economía fue duro. Varios miembros del Eurogrupo le habían dicho que no bastaba con ser presidencia rotatoria de la UE, que España tenía que elaborar su respuesta, que una economía de la envergadura de la española no sería tan fácil de rescatar como la griega y que para no poner en riesgo al conjunto tenía que acometer un ajuste del déficit del 1,5% en 2010 y el 2% en 2011. Durante doce horas de debate, Salgado logró no ceder más de lo que ya había anunciado Zapatero tras su entrevista con Sarkozy, un recorte del déficit de un 1% este año en vez del 0,5% del que se había negado a apearse ante Rajoy hace diez días.
Salgado no estaba, pero Zapatero ya había perfilado cuáles serían las «tres partidas gordas» que se verían afectadas por su decisión. Las había decidido el domingo por la tarde, en una reunión en la Moncloa en la que estuvieron su jefe de gabinete, José Enrique Serrano, el director de la Oficina Económica de Presidencia, Javier Vallés, y, según algunas fuentes, el secretario de Estado de Economía, Manuel Campa. «Con los funcionarios no hubo ninguna duda -admiten fuentes próximas al presidente- porque era lo que más permitía ahorrar de una sola tacada».
Un debate corto
El salario de los empleados públicos supone al Estado 60.000 millones de euros al año. Las pensiones, 100.000. Y las prestaciones por desempleo, 33.000 millones. Zapatero se negó a tocar estas últimas. «Había que elegir y se optó por defender a los parados y mantener el mayor mecanismo de protección social de toda Europa. En España la cobertura del desempleo supera el 80% y tenemos el doble de paro que en Europa; ése es un esfuerzo al que no renunciamos y que hay que poner en valor», subraya un barón socialista.
En 'maitines', pese a todo, se habló de ello. Y el presidente del Gobierno reiteró que no se tocaría a este colectivo. También llegó a proponerse el copago como medida de ahorro del gasto sanitario. Zapatero lo rechazó. «El debate fue corto, todos asumimos que era algo que había que hacer», remarcan las citadas fuentes. Esa misma tarde, el presidente se reúne con Salgado, los técnicos de Economía y su gabinete. Empiezan a ponerle borradores encima de la mesa. Vuelve a dar un no «taxativo» a tocar el desempleo y la Sanidad. Aún no había decidido aceptar un recorte del gasto farmacéutico.
La prueba de que el jefe del Ejecutivo actuaba contrarreloj y bajo la presión de sus socios europeos es que trabajó en su intervención ante el Congreso hasta el último minuto y justo antes de entrar al hemiciclo introdujo la decisión de adecuar los envases de los medicamentos a la duración de los tratamientos e incluso introducir la unidosis. El día anterior, a las cinco de la tarde, había recibido la llamada del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien le trasladó lo importante que a su juicio era que España tomara «acciones determinantes» para fortalecer la economía de Europa y recuperar la confianza de los mercados financieros.
Zapatero -que había prevenido ya a los sindicatos, a los principales dirigentes de su partido y, a través de las vicepresidentas, a los portavoces de varios grupos parlamentarios de sus planes- no ahorró dramatismo. De eso sí que se quejan algunos dirigentes que habrían deseado que defendiera que su apuesta social sigue vigente con el apoyo a los parados, que las pensiones más bajas no serán afectadas y que los funcionarios con sueldos bajos apenas tendrán recortes. Él, sin embargo, se mostró resuelto. «Dice -cuentan quienes le rodean- que quería mandar un mensaje claro de sacrificio duro, sin paños calientes».
Nadie duda de que éstas son horas difíciles para el líder socialista, pero también insisten en que este episodio no se lo llevará por delante. Un secretario regional que el miércoles participó en el almuerzo en el que explicó lo decidido asegura que ante las preguntas por su estado de ánimo, Zapatero repuso: «Reconozco que esto es duro y me duele por la gente que se va a ver afectada, pero en lo personal estoy acostumbrado». Otro diputado que trabajó durante mucho tiempo con él remarca que el presidente no es, precisamente, «un tipo depresivo». Y recuerda lo que ocurrió tras el atentado de la T-4. «El disgusto le duró una semana». «Son acontecimientos distintos, pero secuencialmente parecidos: entonces dijo que dentro de un año estaríamos mejor y al día siguiente ETA puso una bomba; el miércoles dijo que no había razones para un recorte drástico del déficit y el viernes tuvo que hacer frente a una tormenta».