Sociedad

DECLARACIONES

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Si exceptuamos las que hacemos a Hacienda, todas las demás pecan de optimismo. Prometer no empobrece, pero desacredita. Si las hemerotecas no fueran los lugares más solitarios del mundo, los votantes podríamos recopilar páginas amarillas capaces de poner colorados a nuestros lenguaraces políticos. Nos han venido ofreciendo cosas agradables a sabiendas de que eran de imposible cumplimiento. En eso consiste la demagogia, que siempre se basa en utilizar a la gente para hacerla instrumento de las ambiciones propias. Al parecer la cosa no falla nunca, por lo menos hasta que explota. La prueba es que se siguen vendiendo crecepelos y caldos de gallina de determinado plumaje.

Quienes tenían la receta para salir de la crisis empezaron por decir que no había crisis. Posteriormente aseguraron que subirían las pensiones y que el gasto público era tan intocable como los salarios. Ya han empezado a manosear ambas cosas. ¿Por qué cuando los políticos no tienen nada que hacer hacen declaraciones? Incluso los que también hacen cosas como robar estarían más guapos callados. Si no hubieran dicho nada no tendrían que desdecirse. Claro que si le hubieran echado más vergüenza tampoco se verían obligados a avergonzarse.

Puede darse el caso de que haya políticos que no comparten sus propias opiniones y eso siempre es una disculpa. Afirmó Stendhal que en todos los partidos, cuanto más inteligente es un hombre, menos pertenece a su partido. Un siglo después, cuando a Churchill le reprochó un adversario en el Parlamento sus flagrantes cambios de opinión, conminándole a tragarse sus palabras le respondió que a menudo se había visto en ese trance. Nuestro caso es distinto: no tenemos a alguien como Churchill, pero disponemos de unos políticos insaciables y de unos sindicatos desganados. Que Dios bendiga los manjares que se van a comer.